FRAGMENTO. Gibrán Khalil Gibrán (1883 - 1931)
Luego, Almustafá y la mujer, acompañados de los nueve discípulos, fueron hasta el mercado, y el profeta habló al pueblo, a sus amigos y a sus vecinos, y había alegría en sus corazones y en sus ojos.
Y dijo Almustafá:
"Crecéis en sueños, y vivís vuestra vida más rica mientras dormís. Por ello, todos vuestros días debierais pasarlos dando gracias por lo que habéis recibido en el silencio de la noche.
A menudo pensáis en la noche y habláis de ella como si fuera la estación del reposo pero, en verdad, la noche es la estación de la búsqueda y del encuentro.
El día os da el poder del conocimiento, y enseña a vuestros dedos a ser diestros en el arte de recibir; pero es la noche la que os conduce a la casa de tesoros de la Vida.
El Sol enseña a todo lo que crece el anhelo por la luz. Pero es la noche la que las eleva hacia las estrellas.
En verdad es el silencio y la quietud de la noche lo que teje un velo nupcial sobre los árboles del bosque, y sobre las flores del jardín; y luego prepara el lujoso banquete, y prepara la alcoba nupcial; y en ese santo silencio se concibe el mañana, en el útero del tiempo.
Así sucede con vosotros, y así, buscáis y encontráis alimento y plenitud. Y aunque al alba el despertar borre vuestros recuerdos, la mesa de los sueños está dispuesta, y la alcoba nupcial está siempre esperando".
Y el profeta guardó silencio un rato, y ellos también en espera de sus palabras. Luego volvió a hablar y dijo:
"Sois espíritus, aunque alentéis en cuerpos, y, como aceite que arde en la oscuridad, sois llamas, aunque estéis presos en lámparas.
Si no fuerais mas que cuerpos, comparecer ante vosotros y hablaros sería vano, como si un muerto llamara a los muertos. Pero no es así. Todo lo que hay de inmortal en vosotros es libre de noche y de día, y no puede albergarse en ninguna casa, ni marchitarse, porque tal es la voluntad del Altísimo. Sois Su aliento y sois como el viento, que no puede capturarse, ni enjaularse. Y yo también soy el viento de Su Aliento".
Y caminó entre ellos con paso rápido, y volvió a entrar en su jardín.
Y Sarkis, aquel que era escéptico a medias, habló, y dijo:
"¿Y qué nos dices de la fealdad, maestro? Tú nunca hablas de la fealdad".
Y Almustafá le contestó, había un látigo en sus palabras:
"Amigo mío, ¿qué hombre puede tacharte de inhospitalario, si pasa de largo por tu puerta y no toca para que le abras?
Y, ¿quién te considerará sordo y descortés si te habla en una lengua extranjera de la que no entiendes nada?
¿No es eso que nunca has querido alcanzar, en cuyo corazón no has deseado entrar, no es eso lo que consideras la fealdad?
Ciertamente, si la fealdad es algo, es la telaraña que tenemos ante los ojos, y la cera que tapona nuestros oídos".
FIN
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