El culto al "Gran Misterio" era silencioso, solitario, libre de
cualquier búsqueda egoísta. Era silencioso porque toda
palabra necesariamente es débil e imperfecta; por lo tanto, las
almas de mis ancestros ascendían hacia Dios en una
adoración sin palabras. Era solitario porque creían que
él está más cerca de nosotros en la soledad, y no
había sacerdotes autorizados para intervenir entre un hombre y
su Creador. Nadie podía exhortar, confesar o entrometerse de
manera alguna en la experiencia religiosa de otro. Entre nosotros,
todos los hombres fueron creados como hijos de Dios y se paraban
erguidos, conscientes de su divinidad. Nuestra fe no podía ser
concebida en credos ni forzada en quien no estuviera dispuesto a
recibirla. En consecuencia, no había prédica,
proselitismo ni persecución, y tampoco había mofadores ni
ateos.
No había templos ni santuarios entre nosotros, excepto los de la
naturaleza. ¡El Indio consideraría sacrilegio construir
una casa para Él, con quien podía encontrarse cara a cara
en los pasillos misteriosos y sombríos del bosque primitivo, o
en el soleado regazo de las praderas virginales, sobre las vertiginosas
cúspides de roca desnuda, y allá a lo lejos, en la
enjoyada bóveda del cielo nocturno! Él, que se viste a
Sí mismo con delgados velos de nubes ahí en la orilla del
mundo visible donde nuestro Bisabuelo Sol enciende su fogata
vespertina; Él, que navega sobre el viento inclemente del norte,
o infunde Su espíritu suavemente sobre los aromáticos
aires del sur, cuya canoa de guerra es lanzada sobre ríos
majestuosos y mares tierra adentro —¡Él no necesita
una catedral inferior!
Desde su punto de vista, el Sol y la Tierra fueron los padres de toda
la vida orgánica. Del Sol, como padre universal, procede el
principio dador de vida en la naturaleza, y en el paciente y
fructífero vientre de nuestra madre, la Tierra, se esconden los
embriones de plantas y hombres.
Los elementos y las fuerzas majestuosas de la naturaleza —el
Relámpago, el Viento, el Agua, el Fuego y la Helada— eran
vistos con asombro como poderes espirituales, pero siempre secundarios
y de carácter intermedio. Creíamos que el espíritu
penetra toda la creación y que cada criatura posee un alma en
algún grado, aunque no necesariamente un alma consciente de
sí misma. El árbol, la cascada, el oso gris, cada uno es
una Fuerza personificada y como tal era objeto de reverencia.
Al Indio le encantaba simpatizar y experimentar una comunión
espiritual con sus hermanos del reino animal, cuyas mudas almas
tenían según él algo de la pureza impecable que le
atribuimos al niño inocente e irresponsable. Tenía fe en
los instintos de los animales, como en una sabiduría misteriosa
dada desde lo alto. Y aunque aceptaba humildemente el sacrificio
supuestamente voluntario de sus cuerpos para preservar el propio,
rendía homenaje a sus espíritus mediante rezos y ofrendas
prescritas.
Cuando en el curso de la cacería diaria el cazador rojo se topa
con una escena impresionantemente hermosa y sublime —una nube
negra de tormenta con la cúpula luminosa del arcoiris sobre una
montaña, una cascada blanca en el corazón de una
cañada verde, una vasta pradera teñida con el rojo sangre
del atardecer— se detiene por un instante en actitud de
adoración. No ve necesidad alguna de apartar un día entre
siete como día sagrado, pues para él todos los
días son de Dios.
Cada acto de su vida es, en un sentido muy real, un acto religioso.
Reconoce el espíritu en toda la creación y cree que
extrae poder espiritual de él. Su respeto por la parte inmortal
del animal, su hermano, a menudo lo lleva a colocar el cuerpo de su
presa ceremoniosamente en la tierra y decorar la cabeza con pintura
simbólica o plumas. Entonces se pone de pie en actitud de
oración, sosteniendo en alto la pipa llena, como muestra de
haber liberado con honor el espíritu de su hermano, cuyo cuerpo
su necesidad lo llevó a tomar para sustentar su propia vida.
Sobre la religión
Entendemos que su religión (la del hombre blanco) está
escrita en un libro. Si fuera para nosotros también, ¿por
qué el Gran Espíritu no nos la ha dado a nosotros?
¿Por qué no les dio a nuestros ancestros el conocimiento
de ese libro, con los medios para entenderlo apropiadamente?
Hermano, dices que sólo hay una manera de rendir culto y servir
al Gran Espíritu. Si existe una sola religión,
¿por qué es que ustedes los hombres blancos difieren
tanto al respecto? ¿Por qué no están de acuerdo
entre ustedes, siendo que todos pueden leer el libro?
Hermano, el Gran Espíritu nos ha creado a todos. Pero ha creado
grandes diferencias entre sus hijos blancos y sus hijos rojos. Nos ha
dado un color de piel diferente y costumbres diferentes. Puesto que ha
creado diferencias tan grandes entre nosotros en otras cosas,
¿por qué no podemos concluir que nos ha dado una
religión diferente, de acuerdo a nuestra propia
comprensión?
Hermano, no deseamos destruir ni quitarte tu religión. Únicamente queremos gozar de la nuestra.
Tu religión fue escrita sobre tablas de piedra por el dedo
férreo de tu Dios para que no lo olvidaras. El hombre rojo no
podría comprenderla ni recordarla jamás.
Nuestra religión está en las tradiciones de nuestros
ancestros —los sueños de nuestros ancianos, que el Gran
Espíritu les entregó en las solemnes horas de la noche, y
las visiones de nuestros caciques— y está escrita en los
corazones de nuestra gente.
No queremos iglesias porque nos enseñarán a pelear por
Dios. No queremos aprender eso. A veces peleamos con los hombres por
las cosas de esta tierra, pero nunca peleamos por el Gran
Espíritu. Nosotros no queremos aprender eso.
Sobre el Silencio
El primer Americano mezclaba una humildad singular con su orgullo. La
arrogancia espiritual era extraña a su naturaleza y
enseñanza. Nunca sostuvo que el poder del lenguaje articulado
fuese prueba de superioridad sobre la tonta creación. Por otro
lado, para él es un don peligroso. El Indio cree profundamente
en el silencio, señal de un equilibrio perfecto. El silencio es
el balance o equilibrio absoluto de cuerpo, mente y espíritu. El
hombre que mantiene su individualidad siempre calmada y firme ante las
tormentas de la existencia —ni una hoja, por así decirlo,
se mueve en el árbol, ni una ola en la superficie del reluciente
estero— tiene la actitud y conducta de vida ideal en la mente del
sabio iletrado.
Si le preguntas "¿Qué es el silencio?", responderá
"¡Es el Gran Misterio! ¡El silencio sagrado es Su voz!" Si
preguntas: "¿Cuáles son los frutos del silencio?",
él dirá: "Son el autocontrol, la verdadera
valentía o resistencia, la paciencia, la dignidad y la
reverencia. El silencio es la piedra angular del
carácter."
Sobre la Valentía
Ni siquiera los peores enemigos del Indio —aquellos que lo acusan
de traición, sed de sangre, crueldad y lujuria— han negado
su valentía, aunque en sus mentes se trate de una
valentía ignorante, brutal y fantástica. Su propia
concepción de bravura la convierte en una virtud altamente
moral, pues para él no consiste en fuerza agresiva sino en
autocontrol absoluto. Nosotros sostenemos que el hombre verdaderamente
valiente no se rinde ante el miedo o el enojo, el deseo o la
agonía; él es amo de sí mismo en todo momento; su
valentía se eleva a las alturas de la caballerosidad, el
patriotismo y el verdadero heroísmo.
"No permitas que el frío, el hambre, el dolor, o el miedo a
ellos, o que los dientes erizados del peligro o las mismísimas
mandíbulas de la propia muerte, eviten que hagas una buena
acción", le dijo un viejo jefe a un explorador que estaba a
punto de partir en busca del búfalo a mitad del invierno para
aliviar el hambre de su gente.
Los blancos sólo contaron un lado. Lo dijeron para complacerse a
sí mismos. Dijeron mucho que no es verdad. Sólo sus
propias acciones buenas, sólo las peores acciones de los Indios
ha contado el hombre blanco.
Que sea justo y trate con amabilidad a mi gente, pues los muertos no
están impotentes. ¿Muertos, dije? La muerte no existe.
Sólo un cambio de mundos.
Sobre la Muerte y Reencarnación
La actitud del Indio hacia la muerte, prueba y trasfondo de la vida, es
enteramente compatible con su carácter y filosofía. La
muerte no guarda terror para él; la encara con sencillez y
perfecta calma, buscando sólo un fin honorable como su
último regalo para su familia y sus descendientes. Por ende
corteja la muerte en la batalla. Por otro lado, consideraría una
desgracia ser muerto en una disputa privada. Si uno está
muriendo en casa, es costumbre llevar su cama al exterior conforme se
acerca el fin, para que su espíritu pueda marcharse bajo cielo
abierto.
Muchos Indios creían que uno podía nacer más de
una vez, y había algunos que afirmaban tener pleno conocimiento
de una encarnación pasada. También había quienes
sostenían pláticas con algún "espíritu
gemelo" nacido en otra tribu o raza.
OTRAS PERLAS
"En las largas noches de invierno los cazadores indios se
reunían alrededor del fuego para escuchar las tradiciones
históricas, las leyendas... y cuentos de hadas que les
habían contado sus padres y los padres de sus padres..."
***
"Cuando se encuentran dos seres son como dos pájaros delante de
una llama. Esta llama tiene dos lados, uno que calienta y otro que
quema. El lado que te calienta es el lado que te gusta de la otra
persona. El lado que te quema es el lado que no te gusta de ella. Si
tienes la paciencia de sentarte al fuego y de aguantar la quemadura
hasta que poco a poco se va apagando la llama que quema,
hallarás la llama que calienta y estarás bien. Si no
tienes esa paciencia tendrás que dejar el fuego, o quemarte
más allá de lo que quieres. Tendrás que dejar
muchos fuegos, quemarte muchas veces y quizá un día te
quemarás en tu propio fuego".
***
Lo dijo en 1855 el Gran Jefe Seattle: "Lo que les sucede a los
animales, también les sucede a los hombres. Eso lo sabemos muy
bien. Todo está unido entre sí, como la sangre que une a
una misma familia. Todo está unido. Lo que acaece a la Tierra,
les acaece, también, a los hijos de la Tierra".
***
Permanecía yo entonces allí, de pie, sobre la más
alta de las montañas y abajo, a mi alrededor, estaba el
círculo del mundo. Y mientras allí estuve
contemplé más de lo que pude describir y comprendí
mucho más que lo hasta entonces visto; porque veía de un
modo sagrado la forma de todas las cosas en el Espíritu y la
forma de todas las formas, como si todo viviera unido cual si fuera un
único ser. Y contemplé como el círculo sagrado de
mi pueblo formaba parte de los muchos círculos que componen el
Gran Círculo, amplio como la luz del día y como la luz de
las estrellas en la noche, y en su centro crecía un árbol
poderoso y florecido, para cobijar a todos los hijos de una misma madre
y de un mismo padre. Y vi que esto era sagrado.
***
Desde su juventud, Caballo Loco (Tashunka Witko) había sabido
que el mundo en que vivían los hombres era sólo una
sombra del mundo real. Para entrar al mundo real él tenía
que soñar, y cuando estaba en el mundo real todo parecía
flotar o bailar. En este mundo real su caballo bailaba como si fuera
salvaje o estuviera loco, y por esta razón se llamaba a
sí mismo Caballo Loco. Había aprendido que si entraba
soñando en el mundo real antes de una pelea, podría
resistir cualquier cosa.
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Cazadores de sueños o la leyenda del BaWaDDjIgaN.
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