Voy a plantear este tema sin rodeos: pensar es una enfermedad.
Observa cómo piensas.
No necesitas esfuerzo alguno para pensar porque los pensamientos van solos.
Nacen y se encadenan entre sí de forma azarosa y continua.
El proceso no tiene fin.
Pero tiende a repetirse en cuanto a temas.
Son los pensamientos habituales los que determinan el funcionamiento de tu cerebro.
Con los años las rutas neuronales utilizadas habitualmente se consolidan.
Cuando nos hacemos viejos sólo somos capaces de pensar por los carriles de siempre.
Y nos volvemos incapaces de abrirnos a ideas nuevas.
Esto es lo que suele suceder. Le sucedió a tus abuelos, a tus padres y te sucederá a ti.
A no ser que te plantees algo radicalmente diferente.
Aun más, el hábito de pensar puede terminar derivando en lo que llamamos una enfermedad mental.
En un grado profundo la locura extrema se funda en pensamientos repetidos que son asimilados como verdad sin sombra de duda.
En todos estos sentidos, pensar es una enfermedad.
Podríamos aceptar, sin embargo, que el pensamiento dirigido hacia un objetivo voluntariamente planteado y consciente es un proceso útil. Lamentablemente eso es algo que apenas sucede a lo largo de nuestra vida.
Lo habitual es que el pensamiento se produzca espontáneamente y sin más control que sus propias asociaciones.
Es el sueño físico, finalmente, el que rompe el proceso permitiendo que la mente se ordene a través de dramas, tragedias y comedias oníricas en una especie de teatro onírico bienhechor. Aunque, también es verdad, no siempre consigue su objetivo en el nivel superficial de la vida común y corriente.
Pero es cierto que sin sueños moriríamos o enfermaríamos mentalmente mucho antes.
Por eso afirmo que pensar no sirve para nada.
Es un proceso contrario al de la INTUICIÓN.
La intuición nace de la calma y la serenidad de la mente. Y conduce a la acción correcta.
Es algo que nos perdemos para siempre por la trágica aceptación de que somos los pensamientos.
En la vida, pensar es una maldición.
Actuar movidos por la intuición es Vivir con mayúsculas.
Para ello es imprescindible no conceder valor alguno a nuestros pensamientos.
No lo tienen.
Sólo sirven para fortalecer creencias.
Para darnos una falsa sensación de seguridad.
El mundo de la Intuición es el mundo del No-Pensamiento.
La Conciencia, la percepción vívida y clara, la iluminación no tiene nada que ver con los pensamientos.
Tal vez no puedas hacer que tu mente abandone el hábito de pensar.
Pero, por tu bien, no te creas tus pensamientos.
No le digas Yo a pensamiento alguno.
Tú no eres tus pensamientos.
No pienses.
Vive.
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