Por: "GranCorazón"
Shopenhauer
La profunda ignorancia que aún existe sobre la Reencarnación se aprecia en afirmaciones muy ageneralizadas como éstas: "Dios me ha castigado con esta enfermedad. ¿Qué culpa tengo yo de lo que hice en otra vida, para tener que pagarlo en ésta?" En esa ignorancia se equipara a Dios con la mentalidad humana tan cambiante y egoísta; capaz de ofrecer promesas a cambio de lo que se pretende conseguir, ignorándole cuando van bien las cosas o criticando su postura si se ven desfavorecidos. O por otro lado, se espera el premio de un Cielo por las buenas obras, o el Infierno eterno por ser unos pecadores. Cosas así aún se escuchan con frecuencia, a dos pasos del nuevo milenio; mientras otros, despojados de la carcoma de su traje viejo, han hecho resurgir de su interior al hombre nuevo que sueña y se prepara para vivir en la Nueva Era de la Regeneración.
Por eso es tan necesario que la Luz, como indicaba el Maestro de Nazaret, esté sobre el "celemín"; ya que hora es de que todos los seres humanos descubran las eternas y controvertidas preguntas que han marcado parte de sus vidas: ¿Quién soy? ¿De donde vengo? ¿Por qué he de sufrir? ¿Para qué luchar si todo acaba con la muerte? ¿Por qué me siento atraído por personas de mi propio sexo? ¿Es posible reencarnar en un animal?
Es por tanto la Reencarnación una de las Maravillosas Leyes Divinas, por la cual se hace comprensible para la humanidad tantas preguntas sin respuesta, como las desigualdades que existen en este nuestro planeta-escuela que es la Tierra. A la vez, manifiesta una nueva comprensión de Dios mucho más extensa; que provee a sus hijos de cuantas oportunidades necesita a través de distintas vidas para adquirir conocimiento y evolucionar, regresando junto a Él para vivir eternamente, tras alcanzar el espíritu humano la emancipación de los mundos físicos cuando consigamos ser, como bien nos dijera el sublime Jesús: "... Perfectos como mi Padre es perfecto".
Si nos remontamos en el tiempo a través de nuestra propia historia, podemos descubrir que la idea de la Reencarnación ha estado plenamente instalada como algo natural en las creencias ancestrales de toda Asia, Caldea, Egipto, en los pueblos celtas de Europa y prácticamente en el fundamento esencial de todas las grandes religiones. También fue sostenida por filósofos como Sócrates, Pitágoras, Platón, Apolonio de Tiana, etc. Y tanto Jesús como sus apóstoles y discípulos no sólo la conocían, sino que creían firmemente en ella, predominando durante los primeros siglos del cristianismo por toda Europa, hasta que en el año 553, en el Concilio de Constantinopla, promovida por el emperador Justiniano I y refrendado por el Papa Virgilio, se promulgó una ley que decía: "Todo aquél que sostenga la mítica idea de la preexistencia del alma y la maravillosa opinión de su regreso será anatemizado".
Luego vino toda aquella época de oscurantismo en la cual fue ocultada y perseguida durante siglos por los convencionalismos religiosos del clero católico, que disfrutaba de un gran poder político y social.
Muchos son aún los seres humanos que rechazan la idea de la Reencarnación, por el concepto tan limitado que tienen del tiempo y del espacio, ya que al estar su mentalidad formada en la creencia de una sola vida humana que acaba con la muerte, y que con ella se termina todo, les asusta la idea de vivir una y otra vez, aferrándose en su ignorancia a lo conocido y tradicional.
Muchos hay también que se aferran como el crustáceo a la roca de sus convicciones, cerrándose en banda y no queriendo escuchar nada que sea diferente a ellas. Y unos por miedo y otros por escepticismo, no se molestan ni siquiera por ver qué hay de verdad en esos nuevos y desconocidos conceptos para ellos.
Verdaderamente, el día en que el ser humano sea consciente de la grandeza de su destino sabrá desprenderse mejor de todo aquello que le empequeñece y rebaja. Sabrá gobernar y gobernarse según las leyes que rigen su propia vida y vivir en armonía dentro de una sociedad que también adelantará en el tiempo sus leyes y su forma de proceder en su cumplimiento.
Cuando el hombre quiere ignorar su destino y vive enmedio de la mentira y del error, maldice a veces su propia vida, por ignorar que ésta es una más de las muchas oportunidades que Dios, en su Amor le ofrece a través de la Reencarnación para el progreso de su espíritu, ya que es el único que continuará viviendo en el tiempo y en el espacio por toda una eternidad.
La Reencarnación: Una Creencia milenaria
"Mientras no seas consciente de la ley infinita del morir y volver a ser, eres meramente un vago invitado en un mundo oscuro".Ghoete
Unos por ignorancia, y otros no menos ignorantes por más inteligentes y avanzados en el conocimiento que nuestro mundo les ofrece, siguen apegados a conceptos erróneos que nos llegan desde la antigüedad, y que fueron sostenidos por pensadores ateos y agnósticos que creían que cuerpo y alma eran una misma cosa y que por lo tanto el alma no existía fuera del cuerpo, desapareciendo ésta tras la muerte del mismo. De ahí el lema: "Vive cómodamente y disfruta, obtén todo lo que necesites y desees; pues cuando desaparezca tu cuerpo, nadie habrá que dé razón de tus actos".
Como hicimos referencia el mes anterior, cuando iniciamos esta sección sobre la Reencarnación, el ser humano siempre ha de tener presente que la vida que disfruta no es un fin en sí misma, sino un medio para alcanzar un objetivo muchísimo más elevado, como lo es: Evolucionar.
Los mitos del renacer
Desde la noche de los tiempos existen mitos y fábulas populares que conjuntamente con algunos interesantes descubrimientos arqueológicos, guardan las antiguas creencias que testifican el tiempo transcurrido desde que la Reencarnación era aceptada como ley de vida.
Restos encontrados en antiguas tumbas del hombre de Neanderthal, que datan entre los doscientos mil y setenta y cinco mil años antes de Cristo, muestran las primeras creencias en el renacimiento. Pues los esqueletos encontrados estaban en posición fetal como si esperaran volver de nuevo a la vida, y todos orientados de este a oeste, desde donde el sol renace cada día.
Siguiendo con los mitos y leyendas más ancestrales podemos comprobar como muchos de los dioses, en los que civilizaciones antiguas sostenían su creencia, como la egipcia, la india, la griega, etc., antes de serlo fueron y vivieron como simples mortales. Un ejemplo bastante gráfico lo tenemos en Egipto, donde se creía y aceptaba que los faraones eran la reencarnación de sus dioses a los que adoraban, y que éstos bajaban al mundo con apariencia humana para conducirlos hacia una vida mejor.
En la India era atribuida a figuras tan relevantes como Rama y Krishna la simultaneidad entre dioses y hombres. Pues en el Baghavad-Gita dice Krishna: "Yo me produzco entre las criaturas. Existe un declive de la virtud y una insurrección del vicio y de la injusticia en el mundo, y así yo me reencarno de era en era, para la preservación del justo, la destrucción de la crueldad y el establecimiento de la verdad".
En la mitología griega, también nos encontramos con Zeus, del que decían que abandonaba su morada en el Monte Olimpo y volvía a nacer en cada uno de los grandes héroes que a través de sus extraordinarias hazañas llevaban a la nación a la gloria y al esplendor.
El mítico rey Arturo, era para los bretones la reencarnación de un dios Sol, que había vuelto a la vida para inspirar a la raza humana. Igual se creía, según consta en las leyendas incas y aztecas, que sus grandes héroes, partían tras la muerte, hacia la Casa Celestial del Sol, la que abandonaban algunas veces para tomar un nuevo cuerpo y bajar a la Tierra para instruir a su pueblo.
Como se observa, la Reencarnación se encuentra en la base de la procedencia y entresijos de estas milenarias religiones, donde ha sido a través del tiempo el pilar fundamental de su existencia.
El Hinduísmo
Como mencionamos anteriormente, de los textos Vedas, fundamento del hinduísmo, se fueron extrayendo conceptos y tratados con el fin de facilitar su estudio y comprensión, dando lugar a los Upanishads, en los que aparecen dos términos desconocidos hasta ese instante en la literatura religiosa hindú: Karma y Samsârâ.
Karma designa a la carga o cúmulo de reacciones derivadas de cada acción que comete el sujeto, y de las que ha de desligarse para alcanzar el progreso evolutivo de su espíritu, con el cual emanciparse de las ruedas reencarnatorias en los mundos físicos.
De ahí que cuando el ser humano conoce y toma conciencia de su verdadero significado, lucha con todas sus fuerzas por conseguir su liberación, expresando una conducta y una aptitud benefactora, llegando con su testimonio de amor fraterno hacia todos sus congéneres.
Samsârâ designa la acción de reencarnar. Su presentación es una rueda en continuo movimiento que pasa por todo el ciclo de existencias a las que se somete cada individuo, comprendiendo cada una de las etapas que conforman su vida: nacimiento, crecimiento, aprendizaje, madurez, realización y muerte. Y así, hasta la siguiente encarnación.
De igual forma, en el monumental poema Mahabharata, de gran enseñanza para los fieles, y que fue expandiéndose por todo el oriente asiático, podemos encontrar testimonios tan contundentes como estos: "Como un hombre que se despoja de sus vestiduras y se pone otras nuevas, así el habitante del cuerpo, despojándose de antiguos cuerpos, entra en otros que son nuevos"(2,17).
En otros pasajes del mismo se pone en boca de Krishna lo siguiente:
"Muchas son mis vidas anteriores y muchas las tuyas, Arjuna. Todas las conozco, pero tú no, oh, azote de tus enemigos. Aunque soy el nunca nacido, aunque soy imperecedero en mi propia existencia, aunque soy el señor de todas las existencias, sin embargo reposo sobre mi propia naturaleza y provengo de mi propio destino. Cada vez que desmaya la virtud y se refuerza la injusticia, yo vuelvo a nacer. Aquél que conoce en sus justos principios mi nacimiento y mis actos divinos, cuando abandone su cuerpo no tendrá que renacer, sino que se unirá a mi" (IV, 5-9).
Liberarse de la rueda reencarnatoria
A poco que nos fijemos nos daremos cuenta de que el objetivo primordial en la vida de los hindúes es liberarse al fin de las cadenas que forman las sucesivas vidas reencarnatorias, con lo cual existe la proposición firme en la búsqueda de un camino para poder liberarse de ellas y evitar definitivamente la posibilidad de renacer. Siendo la Reencarnación, más que un dogma o un artículo de fe, un profundo sentimiento arraigado en su creencia, que resulta muy útil para todos, y que está vinculado al principio fundamental de la no permanencia, ya que todo cambia continuamente, puesto que está sujeto a la muerte.
Tan sólo lo Absoluto es inmutable, pero los seres vivos pasan sin cesar, donde los papeles y lugares que ocupan en cada destino del que son totalmente responsables son consecuencia de sus propios méritos, determinando la calidad de su existencia y la trayectoria del nuevo renacimiento que tendrán posteriormente.
Al concebir que una sola vida terrestre no es suficiente para identificarse con la divinidad, es necesario de más existencias que le permitan avanzar hacia su plena libertad.
La Reencarnación y la Tradición budista
Henry Ford
El Budismo cuenta en la actualidad con cerca de 340 millones de adeptos, surgiendo de ciertas diferencias con el hinduismo, tales como la sumisión ciega del sistema de castas imperante durante milenios en la India que sometían al individuo de por vida a un rol definitivo y, por lo tanto, a la infranqueable barrera que supone a sus fieles el momento de acabar con el karma, el cual parece como un círculo vicioso del que nunca se puede escapar.
En las enseñanzas del Buda queda reflejada claramente la escasa intervención divina sobre el destino humano, ya que de esa manera el individuo se sobreesfuerza siendo capaz de superar su destino en la Tierra, por más duro y adverso que éste se manifieste, ya que en ellos anida el convencimiento de que en su propia voluntad y en su capacidad para asumirlo está la clave de la superación en vidas sucesivas.
Libres del error
El deseo y la ignorancia son los grandes males para alcanzar la iluminación, y como los seres humanos al parecer están muy poco dispuestos a cambiar y enderezar sus caminos, incurren una y otra vez en la "rueda de la vida", limitados por el dolor y el sufrimiento ocasionados por el fardo kármico, aceptando su condición ya sea humilde o elevada; pues saben que en una vida no pueden dejar su condición para abrazarse a otra por ser demasiado corta, pero sí superarla para que en la siguiente no mantenga su karma vencido ya en la presente.
El convencimiento de que si no se obra en consecuencia de una a otra vida, la sobrecarga del karma por el comportamiento negativo hará encarnar en cuerpos de animales es una idea muy extendida.
Al carecer del rigor férreo y dogmático del hinduísmo enseguida aparecieron las primeras comunidades budistas de monjes y monjas, para las que el propio Buda dictó las reglas a seguir.
Tibet: la tierra del Budismo
Las enseñanzas de Buda no tuvieron mucha expansión en la India, su país de origen. Sin embargo, fueron acogidas por pueblos limítrofes que las convirtieron en su práctica religiosa exclusiva, como ocurriría con el Tibet, país donde sus asientos culturales eran totalmente chamánicos antes de su aparición, y de los que han quedado vestigios sumamente importantes, existiendo hasta el siglo VII, en que éste irrumpió, otra religión llamada Bon, que enseñaba la creencia en la inmortalidad del individuo y la existencia de una vida feliz tras la muerte.
Pese a ello, allí fue donde el Budismo encontró un mayor arraigo, sin afectarle al parecer la coexistencia con las otras doctrinas de la región.
Quizás el particular reducto de aquella tierra rodeada de montañas contribuyera, facilitando el que calara en sus habitantes hasta el punto de que cualquier actividad, por vulgar o cotidiana que fuera, estaba regida por el culto y la práctica espiritual de los monjes y lamas entregados en cuerpo y alma a tal fin, ya que cualquier hecho se confundía con la propia religión y creencia.
¿Podríamos hablar de un budismo especificamente tibetano? Si, pues sin duda es distinto al practicado en Sri Lanka, China o Japón, de ahí que se emplee a veces en vez de budismo la palabra lamaísmo. Para los tibetanos el momento clave de la vida para el que se preparan, es el instante mismo de la muerte, ya que piensan que es la última oportunidad para realizarse espiritualmente y despertar. Dicho de otra manera, el verdadero objeto de la vida es alcanzar una buena muerte. Para lo cual se apoyan en las enseñanzas del Bardo Thôdol, texto procedente de la India y que fue, según cuenta la tradición, escrito por el sabio
Padma Sambhava alrededor del siglo VII de nuestra era.
De éste se hicieron varias versiones que cada secta creada en el Tibet adaptó a sus ritos, pero siempre sobre la base del budismo, siendo imprescindible su lectura a la hora de la muerte, ya que hay que indicarle al moribundo cuanto es menester ante lo que se puedan encontrar inmediatamente tras la muerte física. (1)
El control de las reencarnaciones
Todos los seres sin excepción están sometidos a la muerte y a la Reencarnación, teniendo esta unas características especiales en la clase social de los lamas, pues cuando estos están plenamente realizados pueden, según los propios tibetanos, elegir las circunstancias de su próxima encarnación, incluso el lugar exacto donde ha de efectuarse. En estos cabe la posibilidad de que lo que se reencarna pueda hacerlo en dos o tres cuerpos. Por ejemplo, el espíritu o principio vital en un cuerpo, el alma en otro, y la palabra en un tercero. Este caso queda bien reflejado en la conocida y famosa película de Bernanrdo bertoluchi, "Pequeño Buda".
En el caso de que la muerte les sorprenda sin acabar la misión encomendada en la presente vida, en la inmediata habrán de hacerlo para completarla, de ahí, la importante labor de ciertos monjes —Karmapas— en buscar y descubrir a la presunta criatura en la que el lama ha encarnado para devolverla a su monasterio, educarla y hacer que recupere la personalidad que perdió con la muerte.
Estos casos concretos a los cuales se les llama Tulkus (Budas vivientes), al contrario de como expusimos anteriormente, encarnan en su totalidad en un solo cuerpo del que se valdrán para acabar la misión cifrada como meta.
Sin olvidar el caso del niño español nacido en las Alpujarras granadinas y que en su día hizo correr verdaderos ríos de tinta, al ser descubierto como la reencarnación de un alto lama llamado Yeshe, quien antes de dejar su existencia en los Estados Unidos, declaró de que se volvería a encarnar en un lugar del sur de España. Ossel Carmona, reconocido por el Dalay Lama como tal, fue instaurado como abad del templo que erigiera en su anterior encarnación.
Todos los seres humanos, absolutamente todos, tienen su oportunidad; pues si hay algo que de verdad los iguale, además del nacimiento y la muerte, es el estar regidos por unas leyes extraordinarias bajo las cuales Dios dispuso el progreso evolutivo de toda su creación.
Por lo tanto, no debe de importar la condición física de cada ser, aunque ésta merme sus facultades, para esforzarse al máximo en crecer espiritualmente, ya que hemos de pensar que somos en la actualidad el resultado de lo que fuimos en el ayer y mañana seremos todo lo bueno o lo malo que logremos conseguir en el día a día de la presente vida. Por algo somos siempre el fruto de nuestras propias siembras, hechas bajo el responsable e intransferible libre albedrío.
Dejamos aquí el presente capítulo, invitándoos a una profunda reflexión como hicimos al principio de esta sección, sin olvidar que cada momento de esta presente vida puede ser esencial para abrir una nueva puerta en nuestra mente y en nuestro corazón a ese conocimiento espiritual tan necesario para el progreso evolutivo de cada ser humano. Recordemos siempre las palabras del Maestro Jesús: " Pedid y se os dará, llamad y se os abrirá".
La Reencarnación en las culturas antiguas
Gustav Mahler.
En muchas de las civilizaciones antiguas se creía en la reencarnación, aunque cada una de ellas dejó marcada en esa creencia su sello personal, permaneciéndo fija la idea de que tras la muerte física la parte espiritual seguía existiendo para animar otros cuerpos en nuevas vidas humanas.
La Reencarnación en Persia y Caldea
Tanto en el pueblo caldeo como en el persa existieron unos personajes muy importantes, que ellos consideraban como maestros y que recibían el nombre de magos por su gran experiencia y sabiduría sobre el mundo oculto. Entre los muchos conocimientos que transmitían a sus fervientes seguidores se encontraba la firme creencia en la ley de los renacimientos, considerada como una verdad fundamental en la que sostenían que el alma era un ser espiritual bastante complejo y que pasaba por toda una serie de experiencias terrestres así como en otros mundos, hasta alcanzar tal grado de pureza que quedaba relegada la necesidad de nuevas encarnaciones.
La Reencarnación en Egipto
Los egipcios ya enseñaban la reencarnación tres mil años antes de Cristo. El historiador griego Herodoto (siglo V antes de Cristo) afirmaba que los egipcios fueron los primeros reencarnacionistas y numerosos textos antiguos han demostrado que, entre ellos, esta creencia resultaba sumamente corriente y familiar, como lo expone el siguiente párrafo interpretado por Marius Fontaine: "Antes de nacer, el niño ha vivido ya, y la muerte no termina en la nada. La vida es un devenir que transcurre semejante a un día de sol, que recomenzará".
Así, el gran iniciado Hermes Trismegisto (2.670 a de C.) del que se sabe muy poco de su biografía y al que se le atribuyen varias obras –42 tratados: una colección de diálogos agrupados con el nombre de Corpus Hermeticun, el Discurso perfecto, conservado en traducción latina con el nombre de Asclepios— decía que las almas bajas y malas permanecen encadenadas a la Tierra por múltiples renacimientos; pero las almas virtuosas suben volando hacia las esferas superiores.
Así se expresa en el diálogo mantenido con Asclepios, referente a las recompensas y castigos que recibirán los hombres según su actuación: "Tal es, en efecto, la recompensa que aguarda a los que llevan una vida de piedad para con Dios y de atento cuidado del mundo. En cambio los que hayan vivido en el mal y la impiedad, aparte de ver que se les niega el retorno al cielo, son condenados a pasar a cuerpos de otra especie en virtud de una migración vergonzosa, indigna de la santidad del espíritu. "
De él dice el filósofo neo-platónico Jámblico: "Hermes es el rector de la palabra e inspirador de los iniciados; es él quien dirige la verdadera ciencia; él es uno con todo y por ello nuestros antepasados le atribuían todos los descubrimientos y ponían sus obras bajo la protección del nombre de Hermes".
Los propios egipcios reconocían que la enseñanza de esta creencia traspasó las fronteras y fue llevada desde tiempos inmemoriales hacia el Este; hecho reflejado en sus propias escrituras en el que narran como Osiris, el dios que personificaba el mundo del conocimiento esotérico, lo llevó desde Egipto hasta la India, bajo la forma de un toro moteado.
La Reencarnación en Grecia
La idea sobre la Reencarnación sostenida tan popularmente en todo el país egipcio traspasó sus fronteras hasta Grecia. Sobre el siglo XV antes de Cristo antes de que los propios griegos se asentaran definitivamente en la que sería su tierra nativa, existían los llamados Misterios Eleusianos, llamados así por su procedencia de Eleusis, situada a unos veintidós kilómetros de Atenas, y cuyo tema central era la Reencarnación.
También hay una entre muchas viejas leyendas en la que la diosa Persefone tejería nuevos cuerpos para viejas almas, y bajo esta creencia, algunos muertos eran enterrados para que sus almas pidieran el agua del recuerdo que fluía de una fuente en Hades (el más allá), y en su próxima encarnación ésta podría recordarles detalles de su anterior vida.
Esta creencia fue difundida por Pitágoras, quien afirmaba de esta ley que no sólo observaba, sino que tenía en cuenta todas las desigualdades existentes en la vida terrestre del hombre, expresando que "una vida en la carne, no es más que una anilla en la larga cadena de la evolución del alma". Fue tema común entre sus discípulos en la escuela iniciática que creó en Crotona, en la isla de Sicilia, confiando a los más adelantados la difusión de la misma, a los que refería en más de una ocasión ciertos pasajes de alguna de sus cuatro últimas vidas que recordaba.
Entre sus más reputados discípulos se encuentra el filósofo Empédocles de Agrigento del que se conocen algunos fragmentos de dos de sus poemas: De la Naturaleza y el de las Purificaciones. Sobre todo en el primero expresa abiertamente su creencia en la Reencarnación. Cuando Porfirio le cita, así lo expresa claramente:
"Le reviste con túnica de carne que le es extraña, cambiando el vestido de las almas".
"Yo he sido antes un muchacho y una muchacha, un arbusto, un pájaro y un mudo pez de mar".
Si en la primera cita deja claro el tema de la Reencarnación, en la segunda además expresa el de la transmigración de las almas en cuerpos pertenecientes a reinos inferiores de la naturaleza hasta llegar al humano.
En su libro "Fedón" se pueden leer frases como: "El alma es más vieja que el cuerpo. Las almas renacen sin cesar del Hades (Más Allá), para volver a la vida actual".
Al igual que Platón, Sócrates aseguraba que: " Las almas toman nuevos cuerpos para repetir una y otra vez sus vidas físicas, a fin de desarrollar las facultades de la psiquis y adquirir la sabiduría". Así lo podemos apreciar en este diálogo sostenido con uno de sus discípulos en el que evidencia claramente la existencia del alma humana antes de su nacimiento en la Tierra: "También me parece a mi, Cebes, que nada se puede objetar a estas verdades, y que no nos hemos engañado cuando las hemos admitido; porque es indudable, que hay un regreso a la vida; que los vivos nacen de los muertos; que las almas de los muertos existen; que las almas buenas libran bien y las almas malas libran mal".
Por otro lado, Plotino, en sus "Eneadas" asienta lo siguiente: "Se trata de un descubrimiento reconocido desde la más remota antigüedad que si el alma comete falta se ve condenada a expiarlas sufriendo el castigo de los tenebrosos infiernos. Después es admitida a pasar por nuevos cuerpos para volver a comenzar sus pruebas".
Y en otra parte sigue diciendo: "Cuando nos vemos descarriados en la multiplicidad, estamos de hecho siendo castigados por nuestro propio alejamiento; después, cuando volvemos a tomar cuerpos físicos, gozamos de una condición menos feliz".
Como hemos podido ver además de Pitágoras, Sócrates y Platón, también Apolonio y Empédocles entre otros, popularizaron la creencia de la ley de los renacimientos de las almas en nuevos cuerpos físicos, como camino eficaz para alcanzar el progreso del espíritu.
La creencia en la Reencarnación está resurgiendo con fuerza hoy día, en unos momentos tan críticos y decisivos como los presentes, y ésta se afianza de nuevo entre todos aquellos que descubren que la muerte no existe más allá de la sepultura y que el espíritu goza de tantas oportunidades para progresar como golpes pueda llevar un diamante en su pulido, hasta que la costra inútil que lo cubre deje aflorar la belleza diamantina de su luz.
Unos pensarán en los pecados tan horribles que habrán cometido para que Dios los haya castigado de tal manera, o pondrán en tela de juicio donde se encuentra su justicia para que unos vivan sumidos en la miseria, deformes, humillados, enfermos etc. y otros, sean ricos y poderosos gozando de una salud envidiable. Es cierto que, entre quienes se hacen semejantes preguntas pocos son los que tratan de buscar una razón coherente y sensata a dichas desigualdades. Así, dejando a un lado a los que directamente culpan a Dios de todo, la mayoría restante se conforman con achacárselo al sistema social, y así zanjan cualquier duda en su cabeza, siguiendo con su cómoda vida rutinaria evitando el esfuerzo de buscar y hallar nuevas verdades.
Sin duda que el redescubrimiento de las filosofías orientales en una sociedad globalizada como es la nuestra ha ayudado a ello, pero también porque en el subconsciente de muchas personas se ha despertado la sed de conocimiento y tratan de buscar, enmedio del materialismo que asfixia nuestras aspiraciones más nobles, las verdades que siempre han permanecido ocultas y que ha llegado el tiempo en que todo debe de salir a la luz.
La Reencarnación y la Metempsicosis
Henry Ford
La Reencarnación en China
En la antigua China se creyó durante muchísimo tiempo en la Reencarnación, sobre todo en la transmigración del alma hacia estados inferiores, ya que el ser condicionado por su trabajo y por su propia actitud se ligaba a los reinos inferiores, tanto animales como vegetales. Y aunque en el tiempo esta creencia se fue relegando de la doctrina de las grandes corrientes filosóficas y religiosas del milenario país, la huella inequívoca de tal creencia quedó impresa en el Taoísmo.
Fue Lao-Tse (siglo VI a. de C.) considerado como uno de los grandes sabios de la humanidad, el fundador del Taoísmo, la religión más antigua de China y autor del libro Tao-te-Ching, o Libro de la Suprema Virtud, donde se recogen todos los conceptos de su filosofía. La gran influencia que provenía principalmente de la India y sobre todo del Tíbet, fue acoplándose con los preceptos morales de Confucio (551 a 479 a. de C.), y aunque se cree que éste nunca habló de la reencarnación, sus fieles seguidores creían en ella por las grandes influencias recibidas de las dos mencionadas fuentes. De ahí surgieron varias sectas que interpretaban de forma muy particular cada una de sus filosofías.
Tan antigua como la reencarnación
La diferencia esencial que pueda existir entre la idea oriental y la occidental sobre la Reencarnación, como apuntamos en el primer capítulo de esta sección, salvando algunas excepciones, es la creencia de los primeros en la metempsicosis o transmigración de las almas hacia los reinos inferiores, animal y vegetal.
Pero lo curioso del caso es, como se ha podido comprobar, que esta creencia no sólo pertenece a Oriente, pues su fundamento también estaba implícito en la creencia de muchísimas tribus diseminadas por distintas partes de nuestro planeta, como Asia, África, en la América del Norte y del Sur, Australia, Indonesia etc.
Esta creencia no pasa de ser más que una simple teoría o hipótesis que en ninguno de los casos puede ser real, ya que una vez superadas esas etapas por el ser espiritual, con el profundo esfuerzo que le supone, sería estúpido y sin lógica tener que volver a reincidir en ellas de nuevo, pues no se puede ir avanzando y retrocediendo dentro de la escala evolutiva del ser. Es probable que en su comportamiento se estanque y detenga el progreso de su espíritu, pero de ahí a volver a encarnar en reinos inferiores es algo totalmente imposible.
Esta creencia pertenece al folclorismo del pueblo, a las leyendas y fábulas de las que ninguna religión se ha visto libre. Por ejemplo, los antiguos hindúes creían que las gentes carentes de virtudes reencarnarían en bestias. De hecho, las temibles leyes establecidas por un legendario legislador llamado Manú, declaraban que, todas aquellas personas que por su forma y comportamiento social vivían en la oscuridad y no cumplían con sus deberes, estaban destinados a renacer en forma de animal.
Así decía a modo de ejemplo: "El ladrón de grano renacería en una rata, el de carne en un buitre, el de miel en un insecto", etc.
Después, los sacerdotes de Brahmin, encontraron en ello, igual que también hicieron las iglesias de occidente (especialmente la Católica, con su particular infierno y castigo eterno como pago a los indignos pecadores), el modo de amedrentar y asustar al pueblo ignorante para de esa forma hacerlo obediente y manipularlo a su antojo.
Los egipcios creían que tenían que emigrar durante un periodo de tres mil años de especie en especie antes de renacer con forma de seres humanos.
Grecia y la metempsicosis
En Grecia, en el Timeo de Platón (Diálogo de Fedra), se puede leer lo siguiente: "Los cobardes son transformados en mujeres; los hombres ligeros y vanos, en pájaros; los ignorantes en bestias salvajes, tanto más rastreras y apegadas a la tierra cuanto su pereza ha sido más degradante; los hombres impuros y glotones van a animar los peces y reptiles acuáticos".
Y también ésto otro: "En el cielo, Zeus, el Padre y el Señor de todas las criaturas, maneja su carro alado, rigiendo todas las cosas y supervisándolas. ...De manera que, cuando el alma es incapaz de seguir y no logra tener la visión de la verdad, se hunde bajo el doble peso del olvido y el vicio, se le caen las plumas y cae a la Tierra, y nace una y otra vez como seres humanos o como animales".
Así encontramos en el Fedón: "Aquellos que se abandonan a la intemperancia, a los excesos del amor y de la comida, y que no han tenido ningún freno, entran de forma similar en el cuerpo de animales semejantes, y los que no han amado más que la injusticia, la tiranía y la rapiña, van a animar el cuerpo de los lobos, gavilanes o halcones. El destino de las demás almas está en relación al género de vida que han llevado".
Roma y el mundo judeo-cristiano
El poeta Ovidio, escribe en La Metamorfosis (libro XV): "La muerte no puede matar tu alma. Cada vez que ella retorna a la Tierra, busca una nueva morada... dando vida y luz a la nueva forma... Las almas van y vienen sin cesar a través de las formas. Los animales que han aprendido la bondad, tomarán aspecto humano y los hombres perversos volverán en cuerpos de bestias. A través de mil formas, el alma avanza y cumple su destino".
Como si fuese la confesión de una de sus existencias, en uno de los poemas declara: "Me siento avergonzado al decírtelo, pero te lo diré; me empezaron a salir cerdas. No podía hablar, sólo emitir sonidos en vez de palabras.
Sentí cómo mi boca se volvía más grande, tenía un hocico por nariz y mi cara se inclinó para mirar el suelo. Mi cuello se llenó de grandes músculos, y la mano con la que llevaba la copa a mis labios dejaba ahora pisadas en el suelo".
El llamado Padre de la Historia, Herodoto, afirma en el libro II (Euterpe), que "El alma, después de permanecer en el cielo, pasa por diversos estados de vida inferior antes de renacer como humano".
En La Biblia también se hace referencia a la metempsicosis, y es muy conocida la importancia que los sueños tenían para los reyes y lo apreciadas y buscadas por éstos que eran ciertas personas con dotes de magos o profetas, para que interpretasen su significado (como el caso de José y el Faraón de Egipto). Entre éstos, es muy conocido el caso del rey de Babilonia, Nabucodonosor. Una noche tuvo un sueño muy extraño que no sabía como descifrar: un árbol gigantesco derribado por orden de Dios, cuya voz le decía: "Atadlo con cadenas, arrancadle el corazón, que pazca hierba".
Consultado el profeta Daniel le expuso lo siguiente: "Esto significa que en castigo a tu orgullo serás reducido a la condición de los animales".
Y así podemos comprobar en el Antiguo Testamento que en el libro del profeta (4, 33) consta lo siguiente: "El rey Nabucodonosor, fue echado de entre los hombres y comía hierba como los bueyes, y su cuerpo se mojaba con el rocío del cielo, hasta que su pelo creció como plumas de águila y sus uñas como las de las aves".
Otro caso similar refleja la Cábala, afirmando que las almas de los perversos emigraban al cuerpo de animales. Un ejemplo bastante gráfico es el de la creencia de que una mujer adúltera, para pagar su falta, habría de volver a la vida en el cuerpo de una cigüeña, ante la creencia de que estas aves castigan el adulterio con la muerte.
Fábulas hasta la actualidad
Esta creencia también estuvo asentada en otras civilizaciones posteriores. Así, el Dr. Hartley B. Alexander, refleja en su Mitología norteamericana de las tribus árticas, que las almas deben de renacer tanto en forma humana como en animal, incluso como algunos individuos han recorrido todas las especies animales antes de volver a la forma humana.
Sería interminable el número de casos y anécdotas que podríamos contar, aunque todas estas conclusiones que un día forjaron la creencia en la metempsicosis, hace ya mucho tiempo que dejaron de ser tomadas tan al pié de la letra, con la seguridad de que en un futuro no muy lejano la propia concienciación del hombre rechazaría todo lo que no lleva el sello del progreso en continua evolución y ascenso. Al igual que la teoría de La Evolución de las Especies sacudió las mentes anquilosada de su tiempo, la Reencarnación está llamada a asumir un lugar destacado en el conocimiento de la humanidad, una vez que las viejas fábulas y absurdas creencias dejen paso a una comprensión más exacta de nuestro lugar en este mundo y de nuestros destinos.
La Reencarnación: Vestigios en la Biblia.
Manly P. Hall
En la Biblia, el texto sagrado por excelencia de la cristiandad, encontramos vestigios bastante explícitos sobre la Reencarnación, tanto en el Viejo Testamento como en el Nuevo. En este último, a través de las palabras del propio Jesús y de sus apóstoles, reflejadas en los Evangelios, queda bien patente que ellos creían firmemente en la sabia Ley de la Reencarnación, como claramente se expresa en las citas siguientes.
En el Eclesiastés, (C. I, V. 9,11) podemos leer: "Lo que ha sido es lo que será... y no hay nada nuevo bajo el sol. ¿Hay algo de lo que pueda decirse: Esto es nuevo? Siempre se trata de algo ya viejo, de otros tiempos, algo que fue antes que nosotros. No hay recuerdo de cosas anteriores".
Incluso en La sabiduría de Salomón, uno de los Evangelios Apócrifos, vigentes como se sabe en los primeros años del cristianismo, en su C.8, V 19 y 20, se lee: "Yo era un niño de buen carácter, y una buena alma cayó en mi cuerpo. Así, siendo bueno, entré en un cuerpo incontaminado".
Y ya centrándonos en el Nuevo Testamento, en el Evangelio de Mateo, podemos ver que cuando el Mesías habló sobre Juan el Bautista a la multitud de personas que le seguían, entre otras cosas les dijo: "Porque todos los profetas y la ley han profetizado hasta Juan. Y si queréis oírlo, él es Elías que había de venir. El que tenga oídos oiga" (C. XI - V.13 al 15).
Elías y Juan el Bautista
Aquí el Mesías afirma enfáticamente que Juan es Elías que había de venir; porque anunciado estaba por el Profeta Malaquías (IV – 5): "Ved que os enviaré a Elías el profeta, antes que llegue el día de Yahveh, grande y terrible".
En la actualidad todo el mundo sabe que el cuerpo físico se desintegra tras la muerte en un tiempo más o menos largo, y demostrado está también por la ciencia que las moléculas de las que se compone cada cuerpo, al desintegrarse, van a formar parte de otras sustancias o de otros cuerpos.
Como el profeta Elías había muerto hacía más de dos siglos, es lógico que en cuerpo físico no podía venir, luego la vuelta del mismo tuvo que ser en espíritu. Y para manifestarse en nuestro mundo necesitaba de un nuevo cuerpo físico, por lo que el espíritu de Elías encarnó nuevamente en un niño. En este caso fue hijo de Zacarías y de Isabel, al que pusieron de nombre Johanan, siendo conocido por Johanan Ben Zekharyah (Juan, hijo de Zacarías) y después como Juan de Hebrón (su lugar de nacimiento), pasando a la historia como Juan el Bautista.
Las Leyes que trascienden a todo el Universo, están inmanentemente impresas en todo lo creado por Dios, por lo tanto son iguales para todos. Y si así no lo ve el ser humano es por la mucha ignorancia que aún le rodea, por desconocimiento de las mismas o porque su fanatismo no deja a su mente razonar.
En las versiones actuales del Nuevo Testamento también se recoge el pasaje donde Jesús, después de la transfiguración en el Monte Tabor, bajaba con los tres apóstoles que le acompañaban y éstos le preguntaron: "Maestro, ¿como dicen los escribas que debe de venir primero Elías? A esto respondió Jesús: En efecto, Elías ha de venir y entonces restablecerá todas las cosas, pero yo os declaro que Elías ya vino y no le reconocieron, sino que hicieron de él cuanto quisieron.
Así harán ellos padecer también al Hijo del Hombre. Entonces entendieron los discípulos que les había hablado de Juan el Bautista" (C. XVII, V. 10 al 13).
También en el Evangelio de Marcos reza así: "Y le preguntaron: ¿cómo dicen los fariseos y los escribas que ha de venir primero Elías? Y él les respondió: Elías realmente ha de venir y restablecerá todas las cosas y como está escrito, el Hijo del Hombre ha de padecer mucho y ser vilipendiado. Si bien digo que, Elías ha vuelto ya en la persona del Bautista y han hecho de él cuanto les plujo, según estaba escrito" (C. IX, V. 10 al 12).
Causas y destinos
En algunos retazos de los Evangelios podemos observar, unida a ideas sobre la Reencarnación, la idea del karma: el modo en que actúa en el ser la Ley de Causa y Efecto. Un ejemplo muy claro de ello lo tenemos en las palabras de Jesús hacia Pedro, cuando éste levantó su espada para atentar contra Marco en el Huerto de los Olivos: "Pedro, guarda tu espada porque el que a hierro mata a hierro ha de morir". Por supuesto, no estamos ante una exposición amplia como en los textos sagrados orientales.
Comprenderemos también lo que el karma deparó a Elías casi mil años después, siendo Juan el Bautísta. "Entonces les dijo Elías: Prended a los profetas de Baal, y que no se escape ninguno de ellos. Presos que fueron, los mandó llevar Elías al arroyo de Cison; y allí les hizo quitar la vida" (III Reyes, C. XVIII, V. 40). De vuelta a la carne en la persona del Bautísta, él también tuvo el mismo fin, pues como es conocido fue mandado degollar por Herodes, el Tetrarca, bajo la promesa que éste hiciera a Salomé a cambio de que bailara para él.
Y no debemos de pensar que la Ley del Karma se manifiesta como la conocida Ley del Talión, "Ojo por ojo y diente por diente"; sino que en ocasiones suele ocurrir de que el individuo ha de pasar por las mismas circunstancias que hizo pasar a otros, no tan solo como saldo de la deuda pendiente sino para aprender a valorar el mal causado a sus semejantes.
Otros pasajes
Veamos otros de los pasajes de los Evangelios que dan pie a pensar en la creencia del propio Jesús y de sus Apóstoles en la Reencarnación: En el Evangelio de Juan (C. 3, V. 3 al 7) dice Jesús al doctor de la Ley y miembro del Sanedrín, Nicodemo de Necópolis, tras haberle reconocido como el enviado de Dios: "Pues en verdad, en verdad te digo, que quien no naciere de nuevo no puede ver el Reino de Dios". Dícele Nicodemo: ¿Cómo puede nacer un hombre, siendo viejo?, ¿puede acaso volver al seno de su madre para renacer? A lo que Jesús contestó: ¿Eres maestro en Israel y no sabes ésto? En verdad, en verdad te digo, que quien no renaciere del agua y del espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que ha nacido de la carne, carne es: mas lo que ha nacido del espíritu, es espíritu. Por tanto, no extrañes que te haya dicho: Os es preciso nacer otra vez". A excepción de los saduceos, el pueblo hebreo creía generalmente en la vuelta a la carne, bajo la denominación de resurrección en la carne.
En otro pasaje de los Evangelios se expone lo siguiente: "Al llegar Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos: "¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre? Ellos contestaron: "Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros que Elías; otros que Jeremías o alguno de los antiguos profetas" (Mateo, 16, 13-14. Marcos, 8, 27-28. Lucas 9, 18-19).
En el siguiente pasaje, sólo con detenerse a pensar un poco quizá el lector descubra de forma sutil una nueva situación en la cual la Reencarnación se deja entrever: "Al pasar vio Jesús a un hombre ciego de nacimiento. Y sus discípulos le preguntaron: Maestro, ¿qué pecados son la causa de que éste haya nacido ciego, los suyos o los de sus padres? (Juan, 9 1-2). A ésto respondió Jesús: ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios"
Si los discípulos del Maestro no hubiesen conocido la Reencarnación, la pregunta parecería totalmente ilógica. Pues, ¿qué sentido tendría el que su ceguera fuese a causa de sus pecados cuando éste ya había nacido invidente? Entonces cabría preguntarse, ¿dónde está la causa de su estado? Si el Maestro respondió "...Para que se manifiesten las obras de Dios", ¿acaso no se manifiestan en toda la creación a través de sus sabias Leyes? Pues si el ciego ya lo era desde su nacimiento, lógicamente habría que buscar la causa en su pasado, en su vida o vidas anteriores desde las que arrastraba el karma por el dolor causado a otros y que vino a saldar en esa vida. Aquí se manifestó la Ley de Causa y Efecto, bajo la cual cada ser recoge el producto de sus siembras.
Una verdad escondida
¿Por qué se sigue ocultando esta verdad? Pese a que en el tiempo se van cambiando palabras y frases de los textos, lo que a veces varía su significado, no quisiéramos pensar que intencionadamente, el verdadero estudioso siempre encuentra la huella original de todo concepto o creencia.
Ésto es algo sumamente importante que el ser humano de nuestra sociedad actual debiera de meditar para que de forma razonada sacara su propia conclusión. Y pensar, aunque hubiera perdido la fe en la religión que profesara y sólo se reafirmara en la existencia física y en que todo termina tras la muerte, en algo tan racional como lo que veremos a continuación.
A poco que nos fijemos nos daremos cuenta que el cuerpo de una persona muerta es el mismo que cuando estaba viva a diferencia de que no tiene movimiento; le falta la vida. Sin embargo, ese cuerpo tiene todos sus órganos correspondientes (cerebro, corazón, etc.), por lo que nos podríamos preguntar: ¿qué es la vida?, ¿qué es lo que ha tenido a ese cuerpo en movimiento? Y probablemente se contesten que es una fuerza biológica natural y que de repente ha cesado, cuando tiene en sí todas las partes que conforman sus miembros, así como las sustancias orgánicas como la sangre. Ahí está la incógnita de la cuestión que tratamos.
Probablemente algunos, sobre todo los que aún no tienen afianzada la creencia en la Reencarnación, se pregunten en alguna ocasión si el espíritu que anima y da vida al cuerpo físico muere y se desintegra también con el cuerpo tras la muerte, a lo que respondemos que no; ya que lo que no ha nacido con vida material y orgánica no puede morir con ella, porque es inmaterial, y por lo tanto inmortal, pasando a vivir tras abandonar el cuerpo físico a otra dimensión, con un cuerpo fluídico y etéreo, más o menos sutil, más o menos denso, ya que eso va en consonancia con su progreso espiritual. El espíritu permanece en el espacio por un periodo de tiempo determinado, que varía en cada ser según el caso, hasta que de nuevo vuelve a encarnar en otro cuerpo para seguir la tarea de su ascensión evolutiva.
El estado de rebeldía
Otros hay que, aunque su creencia en la Reencarnación es firme, sostienen que el espíritu, al gozar de libre albedrío, puede en cada vida volver a encarnar y ser un auténtico rebelde e ir constantemente en contra de Dios, por lo que la única forma de poner freno sería la destrucción de dicho espíritu, no como sustancia, sino como individualización particular.
Dios, como Padre generoso y magnánimo, jamás quiere la muerte del impío sino que éste se salve. Por eso decía Jesús que había que condenar el crimen pero no al criminal, porque el propio destino doloroso que le aguarda, por muchas que sean las vidas de angustia y de dolor que le correspondan como pago a sus delitos, le harán madurar y reajustar su espíritu, descubriendo en algún momento de su eterna vida su trayectoria equivocada, y a partir de ese instante, empezar la lucha por hacer crecer y evolucionar al hombre nuevo, al hombre espiritual que cada ser lleva dentro.
Invitamos a todos nuestros lectores a una profunda reflexión sobre todo lo expuesto hasta el próximo artículo sobre la Reencarnación.
La Reencarnación en los albores del Cristianismo
Enmanuel Kant
La Ley de la Reencarnación, que como pudimos ver en el capítulo anterior, formaba parte del conocimiento del pueblo judío, con excepción de los saduceos que creían que tras la muerte todo acababa, era conocida bajo el término de resurrección. Como pudimos comprobar también dicha ley estaba reflejada en las propias enseñanzas que impartía Jesús. No olvidemos que éste fue iniciado con la comunidad hebrea de los esenios, y en ellos se mantenía la creencia de que el ser humano podía vivir muchas vidas. Esta idea, sin duda, la recogieron de sus contactos con el Espíritu, a través de la Cábala.
Interpretando la resurrección
Pero es el propio Jesús el que descarta tal interpretación materialista, y explica que la resurrección no es de la materia sino del espíritu. Y de ello quedó constancia en los siguientes pasajes de los Evangelios: "Aquel mismo día vinieron los saduceos, que niegan la resurrección, a proponerle este caso: Maestro, Moisés ordenó que si alguno muriere sin hijos, el hermano se case con su mujer, para dar sucesión a su hermano. Es el caso que había entre nosotros siete hermanos. Casado el primero, vino a morir, y no teniendo sucesión, dejó su mujer a su hermano. Lo mismo acaeció al segundo, y al tercero, hasta el séptimo. Y después de todos ellos murió la mujer. Ahora pues, así que llegue la resurrección, ¿de cual de los siete ha de ser mujer, supuesto que lo fue de todos?","A lo que Jesús les respondió: Muy errados andáis, por no entender las Escrituras y el poder de Dios. Porque después de la resurrección ni los hombres tomarán mujeres, ni las mujeres tomarán maridos, sino serán como los ángeles de Dios en el cielo". (Mateo C. XX, V. 23,30).
De todos es sabido que los llamados ángeles, son espíritus libres ya de la cadena de vidas sucesivas (que atan al ser humano a los mundos físicos en busca de su evolución), y que pertenecen a planos muy elevados del Astral; por lo tanto, si como dice Jesús, tras la resurrección, tanto los hombres como las mujeres serán como los ángeles del cielo, bien claro está que la resurrección es para el espíritu, y no para el cuerpo físico y mortal.
Tópicos sobre la muerte y la resurrección
Y en los versículos siguientes (por si todavía hubiera duda) Jesús desestima por completo la grosera interpretación de la resurrección de los cadáveres, cuando afirma: "Más tocante a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído las palabras que Dios os tiene dichas: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Ahora pues, Dios no es Dios de muertos, sino de vivos".
¿Pues no es eterno el espíritu? Por lo tanto, bien claro está que la muerte tan sólo le sobreviene a la materia temporal y no al espíritu, que sigue y seguirá por siempre vivo, bien se encuentre encarnado o desencarnado.
Creemos que con esto queda también clarificada la siguiente pregunta que siguen planteándose muchas personas: ¿Es posible que un espíritu pueda reencarnar en el cuerpo de otra persona? No, no es posible, primero porque una vez roto el cordón fluídico o de plata, que sujeta el espíritu a la materia que le perteneció durante un periodo de tiempo más o menos largo, no hay absolutamente ni una mínima probabilidad de que éste pueda retornar a su cuerpo, cuando menos a otro que jamás le perteneció".
Las ideas de Pablo de Tarso
Después de Jesús y sus apóstoles, el llamado apóstol de los gentiles, Pablo de Tarso, en sus Epístolas y Cartas se refiere con amplitud al concepto de la renovación del hombre a través del sacrificio de Jesús, así como a la resurrección de la carne en el tiempo final, idea que sostenían los fariseos y que llegó al cristianismo precisamente a través de Pablo. Pero existe un pasaje sumamente interesante (incluso Pablo describe lo que explica como un misterio) y que habla de la Reencarnación.
En la primera Epístola a los Corintios, después de tratar acerca de la resurrección de la carne en el sentido literal, es decir, la resucitación de los muertos, dice: "Ahora bien, si se predica a Cristo como resucitado de entre los muertos, ¿cómo es que algunos de vosotros andan diciendo, que no hay resurrección de muertos?" (1 Corintios C.15, V.12-29). Pablo entra en un terreno insospechado a partir del versículo 35. Empezando por desechar la idea de que se vuelve a la vida en el mismo cuerpo que se ha tenido. Veamos el pasaje: "Pero, ¿de qué manera resucitarán los muertos? me dirá alguno: o ¿con qué cuerpo vendrán? ¡Necio! Lo que tú siembras no recibe vida, si primero no muere. Y al sembrar, no siembras el cuerpo de la planta que ha de nacer después, sino el grano desnudo, por ejemplo de trigo, o de alguna otra especie. Sin embargo, Dios le da cuerpo según quiere: y a cada una de las semillas el cuerpo que es propio de ella" (1 Corintios C.15, V 35-38).
Más adelante sigue diciendo: "Digo ésto, hermanos míos, porque la carne y sangre no pueden poseer el Reino de Dios: ni la corrupción poseerá esta herencia incorruptible".
Indagar entre líneas
A poco que seamos algo inquietos e indaguemos en los textos, siempre hay una pequeña luz que descubre el grano entre el montón de paja. En los siguientes versículos va clarificando que todos los hombres han de ser transformados y lo que en realidad resucita es el espíritu y no el cuerpo material.
Veamos en los versículos 51 y 52 la salvedad que Pablo hace entre los que duermen, los que mueren y los que son transformados. Hay teólogos que interpretan el dormir del que habla Pablo como la muerte; pero si así fuera, ¿por qué entonces dice Pablo que algunos no dormirán, incluyéndose él mismo?:
"He aquí, os digo un misterio: no todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, al son de la última trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados".
Y acaba diciendo en el V. 55: "¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?"
De lo que podemos deducir que el dolor de la muerte es un mero trámite, ya que la vida es siempre presente en espíritu, sea éste, como expusimos anteriormente, encarnado o desencarnado. Y la victoria sobre el sepulcro no es otra que el abandono del espíritu de su cuerpo material, ya que el cuerpo, como Dios dijo a Adán, "Polvo es y al polvo ha de regresar".
Pablo expresa nuevamente la teoría de la Reencarnación al relatar el caso de Jacob y Esau (Romanos C. IX, V. 12), referido por el profeta Malaquías, cuando expresa que el Señor amó a uno y odió al otro antes de que éstos nacieran.
Lógicamente, el Señor no podía amar u odiar a una persona si ésta no existía; lo cual quiere decir que tanto Jacob como Esau ya habían vivido en otros cuerpos antes de que sus espíritus animaran estas nuevas personalidades, siendo entonces respectivamente uno bueno y el otro malo, por eso el Señor quería a Jacob y odiaba a Esau.
La finalidad de la Reencarnación
Ya que hemos de pensar que cuanto mayor sea el estado de madurez de nuestro espíritu menos serán las veces que tendremos que volver a este mundo físico, en el que vamos perfeccionándonos y reparando el daño hecho a otros. Porque la finalidad de esta Ley de amor y de justicia, que es la Reencarnación, es que el espíritu se perfeccione. Y para ello le ofrece tantas oportunidades de cambiar de cuerpo como le sean necesarias, sin escatimar el número necesario de vidas, porque no importa el tiempo empleado, sino lo que pueda conseguir de bien a través de él.
Muchos de los que en la actualidad se hacen llamar videntes, médiums, magos y futurólogos, en la creencia de que poseen unos poderes especiales y la misión de ayudar a los demás, bajo una cantidad de dinero estipulada, vaticinan a sus clientes estar en su cuarta o séptima reencarnación; o que le quedan tres para no volver a este mundo. Tan sólo un ignorante puede presumir de saber el número determinado de encarnaciones que ha vivido o le quedan por vivir a una persona, ya que la información sólo pertenece al Mundo Espiritual, a los Mentores encargados del Karma, que son entidades espirituales muy elevadas que poseen una gran información de las vidas sucesivas de los seres humanos, con la que van trazando los itinerarios más propicios en las vidas humanas para el progreso de los espíritus animadores de los cuerpos y las personalidades humanas.
SI, SE ACABÓ...
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