Por Elizabeth A.Domínguez Ángel
Al comenzar esta exposición considero pertinente señalar que una meditación sobre un aspecto de la obra de Freud representa todo un privilegio, ya que el conocimiento del inconsciente como lenguaje pertenece al dominio de la cultura, comprendiendo ésta el sueño, la religión, el arte, la moral. Es por esta razón por la que en el presente trabajo intentaré un acercamiento a las propuestas freudianas en torno al sueño, su interpretación, al método de la interpretación, y finalmente, a la propuesta que Paul Ricoeur expone con relación al concepto de símbolo y la necesidad de abordarlo desde una filosofía del lenguaje.
Para comprender lo que es el "inconsciente", es necesario aclarar en primer lugar lo que Freud define como "consciente".
Llamaremos "consciente" a la representación que se halla presente en nuestra conciencia y es objeto de nuestra autopercepción.
Denominaremos "inconsciente" a aquellas representaciones latentes de las que tenemos algún fundamento para sospechar que se hallan contenidas en la vida anímica. Una representación inconsciente será entonces una representación que no percibimos.
Nos enseña el análisis de los fenómenos neuróticos que una idea latente o inconsciente no es necesariamente débil, y que la presencia de tal idea en la vida anímica es susceptible de pruebas indirectas indiscutibles de un valor casi idéntico a la prueba directa administrada por la conciencia.
Estábamos acostumbrados a pensar que toda idea latente lo era a consecuencia de su debilidad y se hacía consciente en cuanto adquiría fuerza. Ahora, se ha llegado a la convicción de que existen ciertas ideas latentes que no penetran en la conciencia por fuertes que sean. Así, denominaremos preconscientes a las ideas latentes del primer grupo y resrvaremos el calificativo de inconscientes (en su sentido propio) para las del segundo.
La expresión inconsciente, que hasta aquí no hemos utilizado sino en sentido descriptivo, recibe ahora una significación más amplia. No designa ya tan solo ideas latentes en general, sino especialmente las que presentan un determinado carácter dinámico; esto es, aquéllas que, a pesar de su intensidad y eficacia, se mantienen lejos de la conciencia.
Es necesario aclarar que esta última puede fragmentarse, de manera que algunas ideas u otros procesos psíquicos lleguen a formar una conciencia aparte, disociada del núcleo principal de la actividad psíquica y sustraída a ella.
Ciertas perturbaciones funcionales que aparecen con extrema frecuencia en los individuos sanos, por ejemplo, los lapsus linguae, los errores de memoria, el olvido de los nombres,etc.,pueden ser referidos sin dificultad a la actuación de intensas ideas inconscientes.
Lo inconsciente es una fase regular e inevitable de los procesos que cimentan nuestra actividad psíquica: todo acto psíquico comienza por ser inconsciente, y puede continuar siéndolo o progresar hasta la conciencia, desarrollándose según tropiece o no con una resistencia, entendida ésta como la sensación de un rechazo.
Existe un producto psíquico que encontramos en las personas más normales y que, sin embargo, ofrece una singular analogía con los más extraños e intensos:los sueños.
Los sueños son una propia función psíquica del durmiente. Pero desde el abandono de la hipótesis mitológica han quedado los sueños necesitados de alguna explicaciómn. Las condiciones de su génesis, su relación con la vida psíquica despierta, su dependencia de estímulos percibidos durante el sueño, las muchas singularidades de su contenido que repugnan al pensamiento despierto, la incongruencia entre sus representaciones y los efectos a ellas ligados y, por último, su fugacidad y su repulsa por el pensamiento despierto, que considerándolos como algo extraño a él los mutila o extingue en la memoria, son problemas que desde hace muchos siglos demandan una satisfactoria resolución, aún no hallada. El más interesante de todos ellos es el relativo a la significación de los sueños, el cual entraña dos interpretaciones principales:
La primera se refiere a la significación psíquica del acto de soñar, al lugar que el sueño ocupa entre los demás procesos anímicos y a su eventual función biológica.
La segunda trata de inquirir si los sueños pueden ser interpertados: esto es, si cada uno de ellos posee un "sentido", tal como estamos acostumbrados a hallarlos en otros productos psíquicos. Tres distintas orientaciones se han seguido en el estudio de los sueños:
1) Una de ellas que "se ha conservado como un eco de la antigua valoración de este fenómeno, ha sido adoptada por varios filósofos, para los cuales la base de la vida onírica es un estado especial de la actividad psíquica, al que incluso consideran superior al normal. Tal es, la opinión de Schubert, según el cual el sueño sería la liberación del espíritu del poder de la naturaleza exterior, un desligamiento del alma de las cadenas de los sentidos.
Otros pensadores no van tan lejos, pero mantienen el juicio de que los sueños nacen de estímulos esencialmente anímicos y represntan manifestaciones psíquicas que durante el día se hallan impedidas de desplegarse libremente.
2) En total oposición a la hipótesis anterior, coincide la mayoría de los autores médicos en una opinión que apenas atribuye a los sueños el valor de un fenómeno psíquico. Según ella, los sueños son provocados exclusivamente por estímulos corporales o sensoriales, que actúan desde el exteriior sobre el durmiente, o surgen casualmente en sus órganos internos. Lo soñado no podrá, por tanto, aspirar a significación ni sentido.
Por último, la opinión popular parece mantenerse en la cencia de que los sueños tienen desde luego un sentido que puede ser puesto en claro extrayéndolo de su argumento enigmático y confuso por un procedimiento interpretativo cualquiera. Los más empleados consisten en sustituir por otro el contenido del sueño tal y como el sujeto lo recuerda, trozo a trozo, conforme a una clave prefijada, o bien, en su totalidad, con respecto a la cual constituye el sueño un símbolo.
Por la reacción del contenido latente del manifiesto, pueden los sueños dividirse en tres categorías:
Distinguimos en primer lugar aquéllos que poseen un sentido y que al mismo tiempo son comprensibles: esto es, susceptibles de ser incluídos sin violencia en nuestra vida psíquica.
Un segundo grupo está formado por aquellos sueños que, aunque presentan coherencia y poseen un claro sentido, nos causan extrañeza por no saber cómo incluir dicho sentido en nuestra vida psíquica.
Al tercer grupo pertenecern aquellos sueños que carecen de ambas cualidades: sentido y comprensibilidad, y se nos muestran incoherentes, embrollados y faltos de sentido.
La distinción entre contenido manifiesto y contenido latente no tiene desde luego significación más que en los sueños de la segunda y tercera categorías y especialmente en los últimos. En ellos es donde surgen aquellos enigmas que no desaparecen hasta que se sustituye el contenido manifiesto por el contenido ideológico latente.
Teorías oníricas
Renunciando a incluirlas en su absoluta totalidad, puede intentarse la siguiente clasificación de las teorías oníricas, conforme a la hipótesis que sobre la magnitud y la naturaleza de la actividad psíquica en el sueño nos sirva de base:
1. Aquellas teorías que, como la de Delboeuf, hacen perdurar en el sueño la total actividad psíquica de la vigilia. Según éstas, el alma no duerme: su aparato permanece intacto, pero se encuentra sometida a las condiciones del estado de reposo, distintas a las correspondientes a la vigilia; tiene que producir, aun funcionando normalmente, rendimientos distintos.
2. Aquellas teorías que, por el contrario, aceptan en el sueño un descenso de la actividad psíquica y una debilitación de la coherencia.
El reposo se extiende al alma y no se limita a aislarla por completo del mundo exterior, sino que penetra en su mecanismo, haciéndolo temporalmente inutilizable.
3. En un tercer grupo se pueden reunir aquellas teorías que adscriben al alma soñadora la facultad de realizar determinadas funciones psíquicas que la vigilia no puede llevar a cabo o sólo de manera incompleta. (1)
En la obra antes citada, Freud señala que Scherner no pertenece a aquellos autores que hacen continuar al alma en el sueño el ejercicio intacto de todas sus facultades. Expone cómo en el fenómeno onírico queda debilitada la centralidad, la energía espontánea del yo; cómo a consecuencia de esta descentralización quedan transformados el conocer, el sentir, el querer y el representar, y sómo el residuo de estas fuerzas anímicas no posee un verdadero carácter espiritual, sino únicamente el de un mecanismo.
Pero en compensación, aquella actividad del alma a la que Freud otorga el nombre de fantasía, se eleva en el sueño, libre de todo dominio de la razón, y con ello de toda norma, a un ilimitado imperio. Toma ciertamente sus materiales de la memoria de la vida despierta, pero construye con ellos algo diferente de las formaciones de la vigilia, y se muestra en el sueño no solamente reproductiva, sino productiva. Sus peculiaridades prestan a la vida onírica sus especiales caracteres. Muestra una predilección por lo desmesurado, exagerado y monstruoso: pero al mismo tiempo adquiere, por su emancipación de las categorías mentales contrarias, una mayor agilidad y flexibilidad y se revela finalmente sensible a los más sutiles estímulos psíquicos que determinan nuestro estado de ánimo y a los efectos agitadores, transformando instantáneamente la vida interior en imágenes plásticas exteriores (2).
De acuerdo a lo expuesto por Freud, la fantasía onírica carece de lenguaje abstracto; tiene que representar plásticamente aquello que quiere expresar, y dado que de este modo no pueden los conceptos ejercer una acción debilitante, crea imágenes de intensa y clara plasticidad. Resulta así que su lenguaje, por claro que sea, deviene ampuloso, pesado y torpe. La impresión de que además adolece depende especialmente de la peculiar repugnancia de la fantasía onírica a expresar un objeto por la imagen correspondiente, y de su preferencia a escoger otra imagen distinta, en tanto en cuanto le es factible expresar por medio de la misma aquella parte, estado o situación que del objeto le interesa exclusivamente representar. Esta es la actividad simbólica de la fantasía.
Muy importante también es el hecho de que la fantasía onírica no copia los objetos en su absoluta totalidad, sino tan sólo su contorno, aún éste con la mayor libertad. Sus creaciones plásticas muestran de este modo algo de inspiración genial. Pero además, la fantasía onírica no se limita a esta mera reproducción del objeto, sino que se ve interiormente obligada a enlazar con él, más o menos estrechamente, el yo onírico, y crear de esta forma una acción.
El material al que la fantasía onírica aplica su actividad artística es, sobre todo, según Scherner, el de los estímulos orgánicos, tan obscuros durante el día.
La fantasía onírica no dirige exclusivamente su atención a la forma del órgano estimulador, sino que puede tomar asimismo la sustancia en él contenida como objeto de su simbolización. El sueño puede representar simbólicamente el estímulo como tal, la naturaleza de la exitación producida y el objeto al que tiende, o bien, hace entrar al yo onírico en una relación concreta con las simbolizaciones del estado mismo por el que atraviesa. Antes de continuar con el desarrollo que Freud realiza acerca de la simbolización, es necesario resaltar la importancia que el Método de la interpretación onírica guarda a este respecto, hacia el cual precisa lo siguiente.
EL MÉTODO DE LA INTERPRETACIÓN ONÍRICA
Freud afirma que los sueños son sceptibles de interpretación, y señala que "interpretar un sueño" quiere decir su "sentido", o sea, sustituirlo por algo que pueda incluirse en la concatenación de nuestros actos psíquicos como un factor de importancia y valor equivalentes a los demás que la integran.
La opinión profana se ha preocupado siempre de "interpetar" los sueños, intentándolo por dos procedimientos esencialmente distintos. El primero toma el contenido de cada sueño en su totalidad y procura sustituírlo por otro contenido, comprensible y análogo en ciertos aspectos. Es esta la interpretación simbólica de los sueños, que, naturalmente, fracasa en todos aquellos que a más de incomprensibles se muestran embrollados y confusos.
Nuestro autor señala que no es posible indicar norma alguna para llevar a cabo una tal interpretación simbólica, sino que {ésta depende tan sólo del ingenio y de la inmediata intuición del interpretador; razón por la cual pudo elevarse la interpretación por medio de símbolos a la categoría de arte, para el que se precisa una especial aptitud.
"Manifiesta Aristóteles que el mejor onirocrítico será aquel que con mayor facilidad vea las analogías, pues las imágenes oníricas aparecen, como las reflejadas en el agua, desfiguradas y dislocadas por el movimiento y acertará mejor aquél que sepa reconocer lo que verdaderamente representan." (3)
El segundo de los métodos populares puede calificarse de método descifrador, pues considera el sueño como una especie de escritura secreta, en la que cada signo puede ser sustituído, mediante una clave prefijada, por otro de significación conocida.
"En el libro de Artemiodoro de Daldis (Oniracriticon) sobre la interpretación de los sueños, hallamos una curiosa variante de este "método descifrador" que corrige en cierto modo su carácter de mera traducción mecánica. Consiste tal variante en atender no sólo el contenido del sueño, de manera que el mismo elemento onírico tendrá para el rico, el casado o el orador diferente significación que para el pobre, el soltero, o por ejemplo, el comerciante. Lo esencial de este procedimiento es que la labor de interpretación no recae sobre la totalidad del sueño, sino separadamente sobre cada uno de los componentes de su contenido, como si el sueño fuese un conglomerado, en el que cada fragmento exigiera una especial determinación. Los sueños incoherentes y confusos son con seguridad los que han incitado a la creación del método descifrador." (4) El principio en que basa su método Artemiodoro de Daldis es, según la exposición de Gomperz, idéntico al de la magia, o sea, el principio de la asociación.
Un objeto onírico significa aquello cuyo recuerdo se despierta en el intérprete. De aquí una inevitable fuente de arbitrariedad e incertidumbre, pues el elemento onírico puede despertar simultáneamente en el interpretador el recuerdo de varias cosas distintas o recordar unadi ferente a cada onirocrítico.
La técnica que Freeud expone se diferencia de la anterior en un punto esencial: el de confiar al propio sujeto del sueño el trabajo de interpretación, no atendiendo sino a lo que al mismo se le ocurre sobre cada elemento onírico y no a lo que al intérprete pudiera ocurrírsele.
Atendiendo a lo anterior, Freud manifiesta que el método simbólico es de aplicación limitada y nada susceptible de una exposición general y afirma que los sueños poseen realmente un significado, y que existe un método científico de interpretación onírica. (5)
Freud observa que la disposición de ánimo del hombre que reflexiona es totalmente distinta a la del hombre que observa sus procesos psíquicos. En la reflexión entra más intensamente en juego una acción psíquica que en la más atenta autoobservación: diferencia que se revela en la tensión expresa de la fisonomía del hombre que reflexiona, contrastando con la serenidad mímica del autoobservador. Señala que en muchos casos tiene que existir una concentración de la atención, pero el sujeto sumido en la reflexión ejercita, además, una crítica, a consecuencia de la cual rechaza una parte de las ocurrencias emergentes después de percibirlas, interrumpe otras en el acto, negándose a seguir los caminos que abren a su pensamiento y reprime otras antes que hayan llegado a la percepción, no dejándolas devenir conscientes. En cambio, el autoobservador no tiene que realizar más esfuerzo que el de reprimir la crítica, y si lo consigue acudirá a su conciencia una infinitud de ocurrencias, que de otro modo hubieran permanecido inaprehensibles.
Con ayuda de estos nuevos materiales, conseguidos por su autopercepción, es posible llevar a cabo la interpretación de las ideas patológicas y de los productos oníricos.
En el estado que se provoca para llevar a cabo el análisis de los sueños y de las ideas patológicas, renuncia el sujeto, intencionada y voluntariamente, a aquella actividad crítica y emplea la energía psíquica ahorrada,o parte de ella, en la atenta persecución de los pensamientos emergentes, los cuales conservan ahora su carácter de representaciones. De este modo se convierte a representaciones "involuntarias" en "voluntarias".
PAUL RICOEUR: UNA POSTURA EN TORNO AL SIMBOLO
En los anteriores apartados se expuso brevemente la definición que Freud propone para el inconsciente. Asímismo, cómo en el fenómeno onírico la fantasía se eleva libre del dominio de la razón, otorgando al objeto una imagen distinta de la correspondiente, es decir, cómo se presenta la actividad simbólica de la fantasía.
Este aspecto es recuperado por Ricoeur, quien tras una revisión exhaustiva de la obra freudiana, muestra que los primeros textos sobre el arte, la moral, la religión, siguen de cerca a "La Interpretación de los sueños": así, nos dice que el sueño es la mitología privada del durmiente, y el mito, el sueño despierto de los pueblos
El interés de Ricoeur se encamina hacia la consistencia del discurso freudiano, en el que distingue un problema epistemológico, es decir, desentrañar lo que es interpretar en psicoanálisis se convierte para el filósofo francés en una de sus inquietudes más prominentes.
En el examen de la obra, Ricoeur hace referencia a la propuesta de Feud, para buscar en el sueño, la articulación del deseo con el lenguaje de la siguiente manera:
1. No es el sueño soñado lo que puede ser interpretado, sino el texto del relato del sueño.
2. Es a este texto al que el análisis quiere sustituir por otro texto que sería como la palabra primitiva del deseo.
3. Es de este modo que el análisis se mueve de un sentido a otro sentido: de ningún modo es el deseo como tal lo que se halla situado en el centro del análisis, sino su lenguaje.
Tras la afirmaciíon de que sobre el sueño recae la interpretación, el autor refiere la palabra Traumdeutung para desarrollar los elementos de que se compone. En esta palabra compuesta, se trata por una parte del sueño, por otra, de la interpretación.
Ésa no es una palabra que cierre, sino una palabra que abre. "No se cierra sobre un fenómeno un tanto marginal de la vida psicológica, sobre lo onírico. Se abre a todos los productos psíquicos en cuanto son análogos del sueño, en la lectura y en la cultura, cualesquiera que sean el grado y principio de ese parentesco; con el sueño se plantea la semántica del deseo; esta semántica gira en torno de un tema nuclear: como hombre del deseo avanzo enmascarado; al mismo tiempo el lenguaje, en principio y con mucha frecuencia, está distorcionado: quiere deciir otra cosa de lo que dice, tiene doble sentido, es equívoco. El sueño y sus análogos se inscriben así en una región del lenguaje que se enuncia como lugar de significaciones complejas donde otro sentido se da y se oculta a la vez en un sentido inmediato" (6)
Ricoeur propone llamar símbolo a esa región del doble sentido. Así, si el sueño desaigna toda la región de las expresiones de doble sentido, el problema de la interpretación designa recíprocamente toda inteligencia del sentido, especialmente ordenada a las expresiones equívocas: la interpretación es la inteligencia del doble sentido.
En la vasta esfera del lenguaje, el lugar del psicoanálisis es a la vez el lugar de los símbolos o del doble sentido y aquél donde se enfrentan las diversas maneras de interpretar. A esa circunscripción indica Ricoeur llamarla "campo hermenéutico", entendiendo por hermenéutica la teoría de las reglas que presiden una exégesis, es decir, la interpretación de un texto singular o de un conjunto de signos susceptible de ser considerado como un texto.
De esta manera, si las expresiones de doble sentido constituyen el tema privilegiado de ese campo hermenéutico, resulta que es por el intermedio del acto de interpretar por lo que el problema del símbolo se inscribe en una filosofía del lenguaje.
Para Ricoeur el símbolo es una expresión lingüística de doble sentido que requiere una interpretación, y la interpretación un trabajo de comprensión que se propone descifrar los símbolos Por otro lado, el filósofo E.Cassirer nos dice que "la función simbólica" es la función general de mediación por medio de la cual el espíritu, la conciencia, construye todos sus universos de percepción y de discurso. Agrega, que lo "simbólico" designa el común denominador de todas las maneras de objetivar, de dar sentido a la realidad.
Al respecto de por qué llamar "sombólica" a esta función, expone lo siguiente:
a) Lo simbólico es la mediación universal del espíritu entre nosotros y lo real: lo simbólico quiere expresar ante todo el carácter no inmediato de nuestra aprehensión de la realidad.
b) El término simbólico designa los instrumentos culturales de nuestra aprehensión de la realidad: lenguaje, religión, arte, ciencia.
c) la palabra símbolo expresa la mutación qu eexperimenta una teoría de las categorías -espacio, tiempo, causa, número,etc.- cuando escapa a las limitaciones de una simple epistemología y pasa de una crítica de la razón a una crítica de la cuiltura. En el querer decir otra cosa que lo que se dice se encuentra la función simbólica.
Con respecto a lo onírico, objeto de estudio del presente trabajo, Ricoeur designa ( con este término) tanto a los sueños diurnos como a los nocturnos y precisa que el sueño es el pórtico real del psicoanálisis, ya que es el sueño lo que atestigua que sin cesar queremos decir otra cosa que lo que decimos: hay un sentido manifiesto que jamás ha dejado de remitir al sentido oculto, por lo que afirma que esto hace de todo durmiente un poeta.
Señala también que el sueño expresa la arqueologia privada del durmiente, que a veces coincide con la de los pueblos, y que por eso Freud suele limitar la noción de símbolo a los temas oníricos que repiten la miología.
Ricoeur hace la aclaración de que aun cuando no coincidan, lo mítico y lo onírico tienen en común esta estructura del doble sentido, y que por ello, el sueño como espectáculo nocturno nos es desconocido. No nos es accesible sino por el relato del despertar, relato que interpreta el analista y que sustituye por otro texto, que a sus ojos, es el pensamiento del deseo. Tras estas observaciones, admite, que el sueño en si mismo está próximo al lenguaje, ya que puede ser contado, analizado e interpretado.
Concluyo el trabajo haciendo referencia a la observación de Ricoeur , en el sentido de que todo mythos conlleva un logos latente que pide ser exhibido: no hay símbolo sin un principio de interpretación, ya que donde un hombre sueña, profetiza o poetiza, otro se alza para interpretar.
La interpretación pertenece así, al pensamiento simbólico y a su doble sentido. Por ello, una reflexión sobre el símbolo requiere una filosofía del lenguaje, y aún de la razón.
NOTAS
1) Freud, Sigmund. "El significado de los sueños", en Los textos fundamentales del psicoanálisis. Altaya, Barcelona. 1993,p.113.
2) Freud,Sigmund. La interpretación de los sueños.Biblioteca Nueva, Viena 1931,p.399
3) Cita tomada de Freud,S: La Interpretación de los sueños, eO bras completas, Biblioteca Nueva, Tomo I, Viena 1931,p.407
4) Freud,S. Op.Cit. p.407
5) Freud expone que los sueños se hallan tan ligados a la expresión verbal, que Ferenczi observa justificadamente que cada lengua tiene su idioma onírico propio.
6) Ricoeur, Paul. Freud: una interpretación de la cultura. Siglo XXI,México 1987,p.10
Psicoanálisis en la Red:
Consulte links en Psicología en el área de Ciencias en
http://www.rcci.net/index.htm
Textos de/sobre Freud:
History of Sigmund Freud
http://monadnock.keene.edu/~kam4/home.html
Sigmund Freud:Resources and Links
http://www.appstate.edu/~stanovskydj/freudfiles.html
Sigmund Freud on the Internet
http://plaza.interport.net/nypsan/freudarc.html
The Interpretation of Dreams
http://www.psychwww.com/books/interp/toc.htm
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