Tercera parte de: EL SUEÑO
LÚCIDO.
Extractado por Tatiana Reyes de
R. Walsh y F. Vaughan.- Trascender el Ego.- Kairós
Publicado originalmente en: Alcione
Cuando el soñador se torna consciente de las implicaciones que conlleva el hecho de tomar consciencia de que está soñando, puede ser capaz de crear sueños menos ansiosos y más gratificantes e incluso puede aprovechar el sueño para tratar de crecer interiormente mientras está soñando. Por otro lado, los informes que nos proporcionan diversos investigadores indican que las personas que son capaces de inducir cierto grado de lucidez consiguen liberarse de los sueños desagradables y de las pesadillas recurrentes. Además, el sueño lúcido también nos permite programar las experiencias placenteras y satisfacer plenamente deseos que en la vida cotidiana estarían prohibidos o serían imposibles de satisfacer.
En los niveles superiores, el sueño lúcido conlleva una serie de estados cognitivos auto reflexivos y una consciencia de libertad, seguridad y distanciamiento de las obligaciones de la vida cotidiana, que se entremezcla con una vívida experiencia perceptual, la posibilidad de acceder a los «procesos autónomos» y un poderoso impacto emocional. Es por ello que el sueño lúcido puede convertirse en un instrumento idóneo para propiciar «experiencias emocionales correctivas» que transformen la personalidad. El sueño lúcido también puede ser muy adecuado para la desensibilización de las fobias y para el ensayo de conductas más apropiadas. Garfield, por ejemplo, relata cómo los asistentes a un seminario sobre «sueño creativo» aprendieron a aplicar el principio de «afrontar y superar» las situaciones peligrosas que pudieran aparecer en sus sueños y que la mayor parte de ellos llegaron a experimentar la repercusión de este trabajo en su vida vigílica en forma de una conducta más asertiva y un aumento de la confianza en ellos mismos. La lucidez incrementa nuestra consciencia de los aspectos auto reflexivos del entorno onírico y, en este sentido, el sueño lúcido puede conducirnos a entablar un diálogo con nuestras propias proyecciones bajo la forma de los diferentes personajes soñados. Él sugirió que los pacientes podían buscar en sus sueños lúcidos una especie de «ayudante». La investigación debe confirmar todavía si los sueños lúcidos pueden provocar cambios realmente constructivos en nuestra personalidad. Sin embargo, teniendo en cuenta los recientes progresos en la inducción de la lucidez onírica, el desarrollo de este tipo de investigación parece ahora mucho más factible.
La lucidez, en suma, nos permite acceder conscientemente a la creatividad onírica y llevar a cabo experimentos para verificar el poder de nuestra imaginación, emprender aventuras oníricas o descubrir imágenes que luego pueden ser utilizadas y reproducidas mediante la actividad literaria o la producción artística.
La investigación que se ha llevado a cabo hasta el momento parece sugerir que el cerebro y, en menor medida, el cuerpo, responden a ciertas actividades oníricas de la misma manera en que lo hacen en vigilia. En este sentido, por ejemplo, me pregunto por las posibles aplicaciones médicas del sueño lúcido combinado con las técnicas de visualización que suelen utilizarse para combatir determinadas enfermedades.
Asimismo, la experiencia vigílica puede verse fortalecida mediante la toma de consciencia de las implicaciones que se derivan del hecho de soñar, es decir, mediante la comprensión de que somos los co-creadores de un mundo de experiencia que nos refleja a nosotros mismos y que, debido a su subjetividad, no es sino una entre muchas realidades posibles. De este modo, la toma de consciencia de que somos una fuente creativa nos obliga a asumir la responsabilidad que nos corresponde no sólo en lo que respecta a nuestras experiencias pasadas y presentes sino también en lo que tiene que ver con nuestra capacidad para crear la experiencia futura. La simple comprensión intelectual de esta responsabilidad puede ayudarnos a «hacernos cargo» definitivamente de nuestra vida y contribuir a mantener una actitud abierta e investigadora ante nuestras motivaciones inconscientes y nuestra conducta cotidiana.
Judith Malamud
Más Allá de la Lucidez:
el Viaje hacia la Consciencia Pura
Si es correcta la teoría de que el sueño lúcido no es más que un simple peldaño en el continuo de la consciencia humana, deberíamos entonces plantearnos al menos dos preguntas: ¿Qué es lo que viene después del sueño lúcido?, y ¿por qué debemos esforzamos en tratar de conseguirlo?
La evolución de la consciencia de uno mismo no concluye en la lucidez sino que prosigue hasta un estado de consciencia más sosegado y ecuánime que parece carecer de límites y que ha recibido el nombre de testigo.
Para explorar exhaustivamente este continuo - que abarca de la lucidez hasta el testigo - Gackenbach, Robert Cranson y Charles Alexander se ocuparon de registrar las respectivas experiencias oníricas de cinco grupos de practicantes de meditación trascendental y cuatro grupos de control. Su objetivo era el de tratar de determinar las características distintivas del sueño lúcido y del hecho de ser testigo durante el sueño y durante el sueño sin ensueños. Sus conclusiones fueron las siguientes:
" Un sueño lúcido es aquél en el que podemos pensar activamente en el hecho de que estamos soñando.
" Un sueño del que somos testigos es aquél en el que experimentamos un estado de consciencia interior tranquilo y relajado que se halla completamente desvinculado del contenido y del desarrollo de la experiencia onírica.
" El estado de ser testigo de un sueño sin ensueños se caracteriza por el hecho de experimentar un estado de consciencia, o de alerta, relajado y sereno.
Veamos ahora algunos ejemplos relativos a cada uno de los tres casos proporcionados por practicantes de MT.
Sueño lúcido: «Durante un sueño, me di cuenta súbitamente de que podía mantenerme separado del sueño. Entonces comencé a manipular el argumento y los personajes para crear el tipo de situación que deseaba».
Consciencia-testigo en el sueño con sueños: «En ocasiones, independientemente de los contenidos de mi sueño, mi consciencia se halla tan sosegada que termina distanciándose progresivamente de ellos. A veces, sin embargo, sigo incluso atrapado en ellos pero la sensación de paz interior permanece».
Consciencia-testigo en el sueño profundo: «Es una sensación pura de gozo y de expansión infinita. En ese momento, soy consciente de que existo pero también de que carezco de una individualidad separada. Luego, gradualmente, voy tomando consciencia de mi personalidad pero ignoro todo lo relativo a quién, qué, dónde, cuándo, etcétera. Poco a poco, todos estos detalles comienzan a perfilarse con claridad y finalmente termino despertando».
Los investigadores descubrieron que este tipo de fenómenos se presentaban con mayor frecuencia entre los meditadores que entre quienes formaban parte de los grupos de control (que no estaban comprometidos en ningún tipo de práctica meditativa). No obstante, ambos grupos aportaron más testimonios relativos a sueños lúcidos que al estado de consciencia-testigo (tanto en el sueño como en el sueño profundo). Este descubrimiento apoya la hipótesis de que el sueño lúcido resulta de más fácil acceso independientemente del entrenamiento o de las habilidades personales y, por consiguiente, puede ser considerado como un trampolín para acceder a otras experiencias.
Para poder someter a examen los tres estados de conciencia onírica, Gackenbach, Cranson y Alexander estudiaron a un grupo de meditadores avanzados. Hay que decir, en primer lugar, que la sensación de separación era mucho más frecuente en los sueños en los que se manifestaba la consciencia-testigo que en los sueños lúcidos, como si el hecho de ser testigo impusiera una distancia con respecto al sueño o, como dijo un meditador: «El sueño y yo somos dos realidades diferentes».
Otra diferencia importante tenía que ver con las emociones positivas. Aunque los sueños lúcidos presentaban aspectos muy positivos, lo cierto es que aquellos otros en los que el sujeto era testigo del sueño eran todavía más positivos. El sentimiento que acompaña a estos dos últimos estados nos recuerda la noción de «beatitud» - un término, por otra parte, muy utilizado por los sujetos que habían experimentado la consciencia-testigo y que, por el contrario, jamás fue utilizado por quienes habían experimentado sueños lúcidos - de la que nos hablan las religiones orientales. Por otra parte, el posible control sobre los sueños es mucho más frecuente en los sueños lúcidos que en aquellos otros en los que se manifestaba la consciencia-testigo. Es como si, durante la lucidez, la «voluntad» - la capacidad volitiva de nuestro ego individual - pareciera controlar los pensamientos y los deseos mientras que, en el estado de la consciencia-testigo, por el contrario, nos sintiéramos completamente plenos y no tuviéramos el menor deseo de involucrarnos en el sueño.
Gackenbach y Alexander han diseñado (al mismo tiempo que otros investigadores) un experimento para comprobar si existe alguna diferencia fisiológica entre los sueños lúcidos estudiados por LaBerge, por ejemplo, y una persona, practicante avanzado de meditación trascendental, que afirmaba permanecer en el estado de la consciencia-testigo en todo momento, incluido el período de sueño profundo.
Tal como se esperaba, esta persona era capaz de indicar que estaba soñando y, al igual que ocurre con otros soñadores lúcidos, su latido cardíaco y su ritmo respiratorio aumentaron en el mismo momento en que comenzaba a emitir señales a través de ciertos movimientos oculares . Sin embargo, a diferencia de otros soñadores lúcidos, estos signos de actividad física desaparecían súbitamente una vez que la señal ocular se había producido. Los investigadores llegaron a la conclusión de que «el estado de alerta relajada de la consciencia trascendental se interrumpía momentáneamente mientras el sujeto estaba ocupado en la tarea de señalización y que, finalizada ésta, el sujeto retornaba rápidamente a un estado de silencio, alerta y baja actividad fisiológica». No obstante, éste fue un estudio realizado sobre un solo sujeto y sería necesario replicar el experimento con un grupo más nutrido de meditadores avanzados.
Todos estos descubrimientos parecen confirmar la hipótesis de que realmente existe algún tipo de continuidad en nuestra consciencia durante la noche y que dicha continuidad se inicia con la lucidez, prosigue con la consciencia-testigo durante el sueño y concluye en el estado de consciencia-testigo del sueño profundo. Por otra parte, esta teoría de la continuidad de la consciencia concuerda perfectamente con la noción vedántica de que la consciencia pura constituye el fundamento del trabajo para el desarrollo de los estados superiores de consciencia y de la iluminación. «Según el Maharishi - explica Alexander - la "consciencia cósmica" no es sino la capacidad para mantener la conciencia pura durante las veinticuatro horas del día a través de la vigilia, el sueño y el sueño profundo.»
Jayne Gackenbach y Jane Bosveld
FIN DEL ARTÍCULO.
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