El Club
de los Onironautas

LOS DOS ANILLOS

Cuento Tibetano.

Un hombre de negocios murió dejando una considerable fortuna, que sus hijos se repartieron por igual. Al cabo de un tiempo se encontró una bolsita que había sido celosamente guardada por el difunto. Cuando la abrieron encontraron dos anillos. Uno de ellos tenía engarzado un valioso diamante y el otro era un simple aro de plata.

El hermano mayor, al ver los anillos, dedujo que con toda seguridad pertenecían a sus ancestros y por eso el padre las había guardado con tanto interés.

"Al ser el primogénito -dijo, lleno de avaricia- me corresponde el anillo del diamante"

"De acuerdo. -dijo el hermano menor- Que seas muy feliz con el anillo del diamante, que yo lo seré con el de plata."

Cada hermano se colocó en el dedo el anillo correspondiente y cada uno de ellos emprendio su vida por separado. Pero unos días después, el hermano menor, preguntándose el por qué su padre guardaba tan celosamente un anillo sin aparente valor, comenzó a examinarla con detenimiento y, al hacerlo, pudo leer en su interior la siguiente inscripción:

Esto también pasará

"Bueno -se dijo- este debía de ser el "mantram" de mi padre."

Transcurrió el tiempo. La vida siguió su curso para ambos hermanos, con sus inevitables fluctuaciones. Vinieron los buenos y los malos momentos. Situaciones favorables y situaciones desfavorables. El placer y el dolor. Los cambios de la vida comenzaron a desequilibrar al hermano mayor, que se exaltaba fácilmente cuando las circunstancias eran favorables y se deprimía cuando eran adversas. Todo le causaba desequilibrio, de tal manera que tuvo que empezar a tomar somníferos, a visitar médicos, a someterse a variadas terapias y a soportar la intranquilidad de su mente.

El tiempo huye. Discurría como un río serpenteante la vida del hermano pequeño. También tenía momentos buenos y momentos malos. Alegrías y sufrimientos. Situaciones plácidas y situaciones dolorosas. Pero siempre tenía presente la inscripción del anillo de plata: "Esto también pasará". De ese modo mantenía una actitud ecuánime y equilibrada, el ánimo siempre firme y la mente tranquila.

No se apegaba a lo placentero y no tenía aversión a lo difícil. "Esto también pasará". No se exaltaba y no se deprimía. Estaba siempre en paz consigo mismo, pacífico y contento, fluyendo en armonía.

Como han dicho siempre los grandes maestros: "No te aferres al disfrute ni odies el dolor. Mantén la mente firme ante el placer y ante el sufrimiento, el encuentro y la pérdida, el triunfo y la derrota, el halago y el insulto".

Esto también pasará.

FIN

 

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